miércoles, septiembre 27, 2006

De abrazos, mesas, sillas y ceniceros.

Un abrazo parecería desagradable para algunos si viene de una persona hipócrita, sin embargo, dentro del contexto cotidiano, los abrazos son una de las manifestaciones de cariño más frecuentes, quizá más desgastadas, pero a veces también una de las más deseadas.
Playera verde, pantalón de mezclilla, lentes oscuros que impiden contemplar claramente la mirada de la persona sentada en una silla con el ánimo desgastado y aparentando estar bien. Llega un conocido se sienta, saluda de manera breve y ella responde cortante, entonces él intuye que ella necesita un abrazo, no sabe porqué, qué ocurre en su vida, que pasa por su mente ni tampoco sabe cuales son sus preocupaciones, pero tiene claro que ella necesita un abrazo porque la conoce y sabe que su estado de ánimo no es gris.
La mesa es la que observa de manera callada, vive este tipo de situaciones una y otra vez, todos los días, a toda hora, escucha las conversaciones y sabe porqué ella necesita un abrazo, sabe que no ha sido su mejor día, que en la escuela no está en las mejores condiciones, que el trabajo la tiene harta y por si fuera poco tiene un debate moral en la mente. Se debate entre el aborto o el parto, y piensa una y otra vez cuáles son los perjuicios y beneficios de cada opción. Sabe que traer a un hijo al mundo no es sencillo, pero tampoco quisiera tomar la solución más sencilla.
Entonces afina, debraya, el aborto es la solución de quienes tienen la posibilidad, quizá una mujer de escasos recursos no puede decidirse a buscar un doctor para que le practique un aborto y por eso debe tener un integrante más para su ya sobrepoblada familia de 7 hijos, tendrá que aguantar los 9 meses de embarazo, los ascos, mareos, antojos sin cumplir, cansancio extremo… pero una mujer que tiene las posibilidades y los recursos para tomar la decisión y continuar desarrollándose en su ambiente laboral ¿Por qué debería tener un hijo? ¿Porqué sacrificar su vida?
Puede ser un tanto egoísta, dice la silla, que también ha escuchado cada una de las conversaciones que pasan a veces a murmullos, a veces a gritos, pero es una opción viable. Las mujeres tienen la posibilidad de elegir cuándo tener hijos, hubo un descuido en cuanto al uso de anticonceptivos, pero un error no tiene porque costar tanto, los sueños, las metas, los estudios, el trabajo, la vida…
Y al debate entra un cenicero de cristal cortado, que de vez en cuando escucha las mismas voces, aclara que si bien fue un error los platos rotos no tiene porque pagarlos un ser indefenso que aún se está formando, juzga a los involucrados y los envía directo al infierno según los cánones religiosos que ha escuchado. No deben cometer un asesinato, grita al recibir la ceniza del cigarro, además advierte del peligro que corre la madre al aceptar una acción así, quizá no sólo sean físicos, sino también sentimentales, quizá ahora se sienta mejor y se desenvuelva como una profesional, pero en unos años se arrepentirá e intentará figurarse cómo hubiera sido el niño, la edad que tendría, las alegrías y tristezas que les hubiera dado.
Quizá para entonces ya no estén juntos, ya no se sienten en la misma silla, la mesa habrá sido destruida y el cenicero se habrá quebrado, el secreto estará a salvo porque los únicos elementos enterados habrán sido desaparecidos del panorama, aún cuando no pudieran hablar, siempre es mejor estar seguro de que no se correrá la voz por los metales.
Luego de tomar la decisión y llevarla a cabo, vuelven a sentarse, mirada perdida oculta bajo lentes negros, ropa oscura y algo holgada para tapar la evidencia, y entonces llega el abrazo, fuerte, prolongado, necesario para compartir las penas y planear un nuevo comienzo. Lo complementa un beso tierno, de apoyo al sentimiento fatalista, culpable, doloroso y al tomar de nuevo sus lugares ella se quita los anteojos que ocultaron su sentir, y con la mirada, sin palabras, se expresan aquella frase que aún cuando es tormentosa saben que también da paz: Esto también pasará…

Métodos utilizados para el aborto

martes, septiembre 26, 2006

Día 1


Parece un dìa cotidiano, pero no lo es. Aunque la rutina sea la misma para una persona, aunque a la misma hora el sol intente salir o el chico ideal llame por teléfono, el mundo no depende de esos detalles aunque sean parte de él.
A veces odio al mundo y a la rutina y al tiempo por no parar nunca, por andar como locos sin descanso y hacernos vivir cada día al filo de la nada, de pronto hay algo que cambia tu esquema, una bomba, un temblor, un sueño hecho realidad, una muerte, un nacimiento, una mala noticia, algo siempre hace que un día no vuelva a ser igual que el otro y de pronto uno ve y conoce a tanta gente que no tiene ni la más mínima idea de cuál es su destino. A fin de cuentas los planes se van al carajo y si nos ibamos a casar ocurrió algo que impide nuestros planes y los cambia de dirección, una mujer, un hombre, un niño, un accidente, nada es seguro en esta vida más que lo pasado, lo vivido, la experiencia que cada momento nos va dejando.
Miro el reloj y me doy cuenta de que dependiendo de donde esté y que haga corre más aprisa o más lento, hoy ha caminado con velocidad y mi mente no deja de pensar en lo que hice ayer, recordar los detalles, quizá para evitar repetirlo, quizá para no olvidarlo, o quizá simplemente por ocio.
Y de pronto ahí está, el periódico, lo miro, lo hojeo, intento leerlo un poco pero pienso en todo lo que lo rodea, quienes lo hacen, la impresión, los repartidores... y me digo y pregunto si realmente quiero eso para mi vida, si no preferirìa irme a la playa poner un negocio y vivir còmodamente y entonces recuerdo aquellas ocasiones en las que he abierto el periódico con el afán de encontrar mis notas y reafirmo que esa es mi vida, que no nací para otra cosa que no sea ser reportera, que me apasiona vivir en el medio y que amo a un hombre excesivamente trabajador, que siempre me ha enseñado a trabajar bien, limpiamente, a ir siempre más allá de lo que todos ven, a no conformarme con boletines y versiones estenográficas porque eso es para los reporterillos comunes y corrientes, siempre me ha enseñado que la nota está en las fuentes y que para encontrarla no tengo que meterme en los expedientes secretos, sino tener olfato, lógica para saber el rumbo de la nota y charlar con las fuentes.
Agradezco a todos los que han aportado algo en mi vida profesional, a los reporteros que me han dado consejos, a los compañeros que me han checado las notas antes de pasarlas, a quienes me han dado su apoyo moral y a quienes han detectado en que momento y porqué necesito un abrazo.
Gracias Dios por ponerlos en mi camino y gracias a todos por no esquivarme en su camino. Pero bueno, todo es cuestión de suerte o de humor, a veces en mis mejores días soy la mujer más chingona del mundo, auqneu en otros me miro al espejo y no logro encontrarme . Creo que es por eso que a veces me da por consultar el tarot, las cartas o simplemente mi biorritmo, esa sencilla grafica que me dice que efectivamente soy una chingona o que de plano no es mi día.
Hoy por ejemplo, tal parece que los resultados son favorables y me siento bien, que más da si es verdad o mentira, es...