jueves, febrero 25, 2010

Vivir del recuerdo

Daniel trataba de meterse a la computadora y recorrer con sus piernas la calle por la que pasó tantas veces. Miraba con ojos de nostalgia aquella casa enorme, el inicio de la calle, las casas alrededor, el parque cercano, Google Earth le había acercado al lugar sin que él estuviera ahí físicamente.
Giraba, se encaminaba a otro lado, recordaba aquella calle por la que tantas veces las beso, imaginaba cómo se veían cuando caminaban tomados de la mano, se visualizó abrazando a Alejandra y despidiéndola cuando tuvo que irse a Pachuca.
Recordaba tantas cosas que habían pasado en dos años, el tiempo que fueron novios. Recordaba con lujo de detalle el kiosko en el que se sentaban, el jardín por el que tantas veces caminaron, recordaba las noches en que había ido a buscarla para pedirle perdón, los pequeños regalos que le dio, los teamo que se quedaron suspendidos en el aire y que podía palpar con sólo ver la imagen 360º.
Lloró, lo hizo a escondidas, mirando a otro lado, su corazón se oprimió al acordarse de ella y sus manos se pusieron nerviosas, ansiosas de poder acariciar su rostro.
Curioso porque siempre fue de la idea de que si ya terminó sigue la otra y lo ha hecho al pie de la letra, dice que no puede vivir sin novia y para el agarrar de la mano a sus amigas es lo más común, juega diciendo que también se dan besitos, pero no lo hace al colgarse del teléfono más de hora y media.
Sí, en realidad era un completo Don Juan, pero ella había ocupado un lugar en su corazón, se había ganado su cariño, lo había hecho feliz mucho tiempo y ahora se había ido de la Ciudad y todo acabó.
Así pasa, pensó, a veces pasan por nuestra vida mujeres de un rato, de una hora, de un día, pero a veces llegan mujeres que te clavan un alfiler para sostener su nombre, tú te dejas y cuando quieres quitarlo te das cuenta de que ya se ha vuelto parte de tu corazón, aunque quieras arrancarlo es imposible, quizá era ella, quizá no...

miércoles, febrero 24, 2010

El internado

Fanny tenía alas hace algunos años, pero desde que sus papás la habían inscrito a la escuela sentía como si se las hubieran cortado o como si las tuviera amarradas, pegadas al cuerpo, para que no pudiera usarlas.
Hacía días, meses quizá, que tenía esa sensación de estar en un lugar al que no correspondía, como si estuviera en el infierno cuando su lugar era el cielo, o como si estuviera en la central de abastos cuando su lugar era la sierra. Intuía por donde estaba el problema pero no lo sabía a ciencia cierta, había pedido a su madre que la sacara de ahí pero sus progenitores no accedían y entonces ella comenzó a conformarse con estar donde estaba y ser lo que debía ser.
Antes de entrar ahí era una joven inquieta, incisiva con los maestros cuando daban sus lecciones, altanera con quien trataba de pisotearla, respetuosa de quienes hacían bien su trabajo y de quienes mostraban la capacidades que tenían. En su antiguo lugar de vida tenía libertad de movimiento, de pensamiento, de expresión.
Desde que la cambiaron dejó de hablar, de platicar, de sonreir y perdió el interés por todo, memorizaba las cosas en lugar de tratar de entenderlas, daba el avión en lugar de debatir, y miraba afuera, al cielo, miraba como si fuera un ave prisionera que quiere abrir sus alas y recorrer el mar, la playa, la ciudad...
Desde que había llegado a ese lugar aprendió muchas cosas que le sirvieron para su formación, pero con ellas también aprendió un estilo de estudio que le quitó su esencia, aprendió a obedecer, a buscar lo que sus profesores querían, a creer lo que ellos creyeran, a tener sólo una profesión de fe: la que ellos dijeran.
Era un sistema basado en críticas y reclamos, en hacer creer a los chicos que su dentadura es de plástico y que no puede morder. Ellos lo creían al instante, lo creían y lo acataban, buscaban la aprobación de los maestros para todo y esperaban con ansias que éstos dijeran que sus dientes estaban lo suficientemente afilados para encajarse en algún lugar.
Fanny era una joven que cursaba las post adolescencia, en su nueva escuela había logrado tener algunas complicidades, había hecho algunas amigas porque estaban en la misma situación que ella, porque se sentían igual, pero ya no quedaba casi nadie, unas se habían escapado, a otras sus padres les habían hecho caso y las sacaron, las que tuvieron mejor suerte fueron expulsadas y recibieron el reintegro de su colegiatura anticipada.
Su última cómplice se había ido sin verla y al enterarse no pudo evitar soltar unas lágrimas. Y mientras ellas estaban fuera, ella miraba desde lejos el horizonte, queriendo salir, pidiendo a gritos que la liberen, sientiendo que está en un lugar donde le están pidiendo ser como no es, hacer lo que no quiere, entregando sin retroalimentación y con lágrimas de frustración, de impotencia, de coraje.
Respiró profundo, había terminado la última clase del día y debía ir a su cuarto. Miró al cielo una vez más, rezó algunas súplicas, caminó hasta su cuarto y empacó sus cosas. Agarró valor y fue a hablar con la directora, quien rechazó por completo su salida, le dijo que encontraría ahí su verdadera formación y que podría, quizá, ser una de las alumnas con el mejor desarrollo académico y personal.
Supo que no valía la pena dialogar, salió del lugar y se fue a su cuarto. Por la noche regresó a la oficina, tomo un cerillo y lo acercó a la cortina para que empezara a arder.
Así se fue consumiendo la oficina, los maestros y directivos llegaron al lugar y la vieron al frente, mirando su fechoría, la regañaron, llamaron a los bomberos, le gritaron que estaba loca, que lo que estaba haciendo era una estupidez, que estaba destrozando su vida y que no sería nada fuera de ese lugar.
Finalmente la expulsaron y nunca pudieron entender que ella lo que quería era salir de ahí, ser libre de estudiar lo que quisiera, de tener amigos, de tener una vida, nunca entendieron que para ella lo único importante era salir de ese lugar para empezar su vida...

lunes, febrero 22, 2010

Carta a mi amiga que se casa...

Seguramente te sorprendió mi cara, mi expresión y el hecho de que no dijera felicidades de manera inmediata cuando me notificaste que te casabas. Lo siento, no sabía qué decir, cómo actuar. No supe en realidad que decirte.
Hoy, después de haberlo meditado, quiero decirte lo que pienso. No te conozco desde niña, nuestros caminos se juntaron cuando ibamos en secundaria pero me caías mal. Nos hicimos amigas en la prepa y de ahí a la fecha no hemos dejado de acompañarnos, de llamarnos cuando tenemos muy buenas o muy malas noticias, hemos cometido pendejadas casi en los mismos tiempos, nos hemos cuidado y descuidado, te he visto llorar por cabrones y sufrir como magdalena y también te he visto enamorada.
No soy quien para decirte no te cases, no soy quien para decirte no es el guey, no soy quien para regañarte porque "me quieres ver la cara de pendeja", jajaja, soy tu amiga, ahora tu madrina de arras y estoy muy feliz por ti, feliz de que tú seas feliz.
Soy tu amiga y aunque a veces te hago llegar con la sonrisa y salir con la cabeza baja, debo decirte mi opinión sinceramente, no puedo darte el avión así nomás.
Quiero decirte hoy que cuentas conmigo, que soy tu hermana y que siempre estaré a tu lado. Quiero decirte que te deseo toda la felicidad del mundo con él, que vas a vivir una nueva etapa a la que yo no tengo mucha intención de asomarme y que no será fácil, por lo que me han dicho.
Quiero decirte que no importa lo que pase, si necesitas mi ayuda sólo tienes que marcar mi teléfono y estaré siempre, siempre dispuesta a escucharte, a ayudarte, a abrazarte cuando lo necesites y a decirte te lo dije cuando ya te hubiera vaticinado lo que ocurriría.
Quiero que sepas que lo bonito del matrimonio es la preparación y la ceremonia, que después conoceras realmente quien es él, sus filias, sus fobia, sus intereses, sus manías, conoceras su orden y su desorden, sus humores, sus olores, sus sabores... y él también te va a conocer a ti.
Él habrá sido, para ese momento, el hombre al que elegiste como acompañante de vida, como cómplice, como amante, como amigo y como el padre de tus futuros hijos. Tú lo elegiste, tú deseas tenerlo a tu lado y despertar con él todas las mañanas, llegar a casa y platicar de cómo les fue en el trabajo, embarazarte y vivir con él nueve meses de espera y un parto doloroso.
Me da gusto que hayas encontado a alguien con quien deseas compartir todo eso, alguien a quien le vas a entregar tu corazón, tu tiempo, tu vida... pero eso no es ningna garantía y debes saberlo.
No es garantía porque para muchos hombres la vida extramarital es común, no es garantía porque en algún momento los sentimientos de alguno de los dos pueden cambiar, no es garantia porque en el cmaino pueden encontrarse a alguien más, no es garantía porque vivir con alguien termina volviendonos perros y gatos de alguna manera y algunas veces.
Lo que va a hacer que puedan pasar todo ello sin problemas es el amor que hayan sembrado en sus meses de noviazgo, el amor que haya crecido en sus corazones, el amor que haya edificado una casa con buenos cimientos. Si lo que hay entre ustedes no es amor, entonces los problemas se llevarán el matrimonio como el soplido lobo se llevó la casa de paja.
Sabes que estoy contigo y que estoy contenta por ti aunque no me caiga el 20, sabes que te quiero muchísimo y espero que nos deje tener nuestro idilio sin problemas, jajaja, y quiero pedirte que te cuides mucho, que recuerdes que tú nena, tú eres una reina, mereces que te traten como a una reina, mereces que te respeten, que te amen, que te cuiden y mereces tener un amor con el cual compartir todo en la vida. Las amigas duramos un rato como apoyo, pero nunca podemos suplir un amor de pareja, una compañía de ese tipo, un respaldo así es único y sólo es superado por tu madre.
Sé feliz, disfruta loq eu la vida te da al día y aguantate, no seas gacha, un par de añitos pa que tengamos juntos a nuestros chilpayates no???
Te quiero, amiga.
KP

martes, febrero 16, 2010

Todos los gatos vuelven

Wendy se maquillaba frente al espejo, arregló su cabello para ver a un ex novio, se puso una blusa con escote en la espalda, un pantalón ajustado y unos tacones del 5.
Miraba su rostro, su silueta, ya no tenía 18 años, la frescura no era la misma aunque tampoco había variado de manera exorbitante, la sonrisa nunca volvió a ser igual y la mirada... esa seguía teniendo su misterio.
-Ya me olvidaste?- preguntó él, él que aparecía frente al espejo, recostado en la cama, con su barba de candado, sus ojos cansados y el cigarro en la mano.
-No, sólo te he guardado en mis recuerdos, en los mejores, cerré la caja y te he dejado en paz, como lo querías- dijo mientras se ajustaba el sostén para que no se viera.
Pasaban por su mente tantas cosas, instantes, momentos breves pero consistentes, se imaginaba aquellos ojos de enamorada con los que lo veía, aquella vez que se habían puesto ebrios juntos, aquella tarde en que comieron en su casa (ella desnuda por supuesto), había tantos recuerdos. Ella volvió a mirar al espejo.
-Fue en otra vida- dijo él- en otra historia, en otro tiempo, en otros sueños
-¿Volveré a verte?- preguntó ella
-Eso depende- reviró aquel, apodado El gato
-De qué? de que te acuerdes de mí? de que tengas tiempo para buscarme de nuevo? de qué tan feliz seas con ella?
-No... de si aún me quedan vidas y si aún puedo encontrarte como la mujer que has sido en las últimas 5 vidas...
Ella estaba lista, él desapareció, ella llegó a su ansiada cita y para entonces, él se había escondido muy profundamente en su corazón...
Recostada en la cama, cubierta sólo por la sábana se dijo a sí misma: "volverá, algún día, en algún momento, todos los gatos vuelven".

domingo, febrero 14, 2010

El tiempo pasa...

Hace 12 años yo era una niña, jugaba Twister, contaba chistes como ¿Por qué el pasto es verde?, aún no se desarrollaba mi cuerpo y todavía tenia voz de pito.
Hace 12 años mi hermana acababa de nacer, mi abuela Ana aún vivía, mi madre tenía el cabello corto y mi padre tenía unas greñas increíbles, mi tía Carmen estaba embarazada, mi abuelo tenía una coneja y ver una cámara de video fue la novedad en el festejo de año nuevo.
Ocampo era otro, quizá yo lo veía como otro, la casa de mis abuelos tenía aún la cocina de antaño, con una estufa ya vieja, una pequeña mesa, un espejo en medio, una tarja pequeña para lavar los trastes y una alacena arrinconada. El comedor siempre fue amplio, para haber alimentado a 13 hijos debía serlo.
Mis primos eran pequeñitos, mis hermanos eran preciosos y en la familia había paz, apenas habían construido el segundo piso sobre la cochera, mi Tía Baby aún no tenía hijos y mi tío Santos ni se había casado.
Ha pasado tanto tiempo... y ahí me veo en el video, con una blusa de rayas blancas y negras, un pantalón de mezclilla, una camisa de mezclilla sobre el atuendo, una diadema, el cabello largo y la sonrisa, la mirada fija a lo que veo y la inquietud permanente.
Supongo que por aquel entonces mi madre ni siquiera imaginaba que a escasos tres meses moriría mi abuelita, que eso cambiaría por completo nuestras rutinas, que mi hermano tendría problemas con el bachillerato y con la universidad acto seguido, que mi padre lloraría al morir mi abuela, que mi tío no estaría en el momento idóneo, que yo tendría mi primera regla, que mi hermano Dany se convertiría en un Don Juan, que el mayor tendría un hijo con mi prima y que Miguel, alq ue amabamos y adorabamos, se convirtiera en un cabrón, huevón y desubicado.
Vemos el video una y otra vez, nadie sabía lo que podría ocurrir, nadie imaginaba el futuro que nos esperaba, nadie tenía ni el menor indicio del camino que tomaríamos.
Pero así fue, la vida pasó, las cosas cambiaron y a los 17 años empecé a fumar a los 19 empecé a tomar y a esa misma edad decidí que no me volvería a enamorar.
Cambié tanto en tan pocos años, a los 15 aún pensaba en el amor y en encontrar a mi media naranja. Para mi madre yo siempre seguiré siendo su niña, su pequeña. Ella tiene el video de mi vida grabado en su mente, alguna zona un poco borrosa, pero seguro recuerda desde su embarazo y mi nacimiento hasta la angustia del primer viaje que hice sola.
Los hijos crecemos y hacemos nuestras vidas, decidimos, sacamos a nuestros padres de nuestra vida poco a poco, dejamos de hacer planes con ellos, dejamos de invitarlos a participar de nuestra vida... hasta que nos vuelven a romper el corazón.
Quizá es por eso que mi madre quedó pasmada cuando vio una cajetilla de cigarros en mi bolso, después reaccionó y cada vez que veía una cajetilla la tomaba y los vendía. No sé cómo fue, pero seguro lloró la primera vez que me vio llegar a la casa ebria, gritando incoherencias y diciéndole que estaba sobria y que no pasaba nada.
Recuerdo sus desvelos aún, cuando yo iba a Milenio, luego a parrandear y llegaba antes del amanecer y la veía acostada en la sala, esperándome... llorando porque su hija se le estaba descarriando.
Hoy por primera vez en mis 24 años de vida hablé con mi madre de sexo, no fue una charla cordial sino de reclamo luego de que viera un parche anticonceptivo y vi otra vez esa incertidumbre en sus ojos, esas ganas de llorar, volví a escuchar los sermones que hace tiempo no recordaba, volví a ver en sus ojos esa sorpresa y esa desesperación de saber que su niña ya no es una niña y de saber que una vez más la ha dejado fuera de su vida... una vez más....