miércoles, abril 08, 2009

No más

Hoy entendí a cabalidad aquello que mi madre repetía cuando llegaba de madrugada, ese "me tienes con el Jesús en la boca" y todas las cosas que de manera inmediata le seguían, ese coraje por haberla hecho esperar aunque yo no se lo pidiera e incluso los golpes que alguna vez me propinó en los brazos porque yo nada más la vía como si fuera bicho raro.
Nunca había comprendido por qué ella no se daba cuenta de que era mi vida y de que yo tomaba mis decisiones, en una ocasión creo que hasta burla le hice cuando me dijo que ella no podía dormirse tranquila si sus hijos no estaban acostados en sus camas.
Y es que hoy me doy cuenta de que mi madre es un monumento, un ejemplo, una fortaleza invencible. Como todos, no es perfecta, pero yo no podría soportar una vez más la aungustia que ella ha vivido con todos sus hijos.
Desde mi hermano el mayor hasta la chiquita. Ahora que ella ha partido de casa me toca a mí ser responsable de mis hermanos menores. Uno de ellos se fue a una fiesta, sólo me mandó un mensaje y después perdí toda comunicación.
Por supuesto lo que me dijo después es una mentira que ni siquiera vale la pena, pero es angustia, esa impotencia, ese insomnio que se siente por no haber escuchado a la persona que es tu responsabilidad (en este caso mía pero en el caso de ella sus hijos), de no saber nada de cómo está porque ya no contesta ni mensajes, de no tener ni la más mínima idea de dónde está porque se fue con unos amigos y de ni siquiera tener el número de alguno de los pinches tristes amigos, es una de las penas más grandes que en mi vida he sentido.
Pensar si estará bien, si voy por él, pero dónde lo busco, le llamo a un amigo, pero no tengo sus números, que tal si le pasó algo, si se emborrachó y se sale mala copa, si le ocurre algo mientras está con los supuestos amigos, y si le volvió la alergia, si ya no trae dinero...
Aunque uno quiera rezar las desgracias las trae uno en la mente y no dejan que uno piense en nada más.
Un hijo nunca entiende eso hasta que es padre o hasta que le toca hacerse responsable de otro ser al que se quiere tanto que se daría la vida por él.
Pero a veces uno tiene que ser claro. Cuando uno comienza a salir del cascaron pregunta, a los 18 sigue haciéndolo y a los 21 yo aún lo hacía, puedo, me dejas, pero como dice House, hace tres días preguntabas, hoy me informas, no puedo responder que no a algo que no es una pregunta...

jueves, abril 02, 2009

Brehom, el grande

Hace poco más de ocho años un niño que apenas comenzaba a ser joven se vistió de viejo explorador para salir en un festival escolar. En aquel entonces iba en tercer grado de secundaria.
Su novia, una niña más grande en grados escolares y que nació dos años antes que él, lo miró fijamente a lo lejos. No llevaban ni un mes juntos, él decía que amaba el teatro y ella al verlo así, disfrazado, sólo acertó a preguntarse ¿Qué hago con él si es un niño?
Ni tan niño, ni tan adulto. Se conocieron en la iglesia. Un día, mientras él pagaba una apuesta con pizza y ella ayudaba a arreglar la mesa para cuando llegaran las visitas, él le pidió que fueran a la tienda, cuando regresaron el le dijo que le daría una sorpresa antes de subir al departamento, ella aceptó y siguió sus instrucciones, cerró los ojos y entonces ocurrió: por primera vez en toda su vida alguien la había besado. Al abrir los ojos un papelito estaba en su mano ¿Quieres ser mi novia? citaba la extensa misiva entregada en propia mano mientras sus labios comenzaban a conocer otra realidad.
Ella asintió y después todos se enteraron, todos querían verlos juntos, ver que se besaran y que fueran cursis. Un mes y medio después de haber empezado, de que él dijera que la amaba, de que ella comprara pulseras iguales, de que ambos comenzaran a pensarse todo el tiempo, decidieron terminar. Él lo pidió, quería tiempo y ella, que en algún libro lo había leído, le dijo que su tiempo era la eternidad.
Pasaron mil cosas y ambos dejaron de ir a la iglesia. Se dieron cuenta de que las clases de catecismo, las platicas para quinceañeras y el grupo juvenil no son más que mentiras disfrazadas de religión. Dejaron de verse tanto tiempo. A veces por la mente de ella pasaba él, quizá a veces, por la mente de él pasaba ella y un día se volvieron a ver. Intercambiaron teléfonos, mails, pero nunca se hablaron, hasta que un hermano de ella le dijo que lo había visto y por las redes sociales virtuales se encontraron de nuevo.
Tampoco se hablaban, hasta que un día se toparon en una fiesta donde ella conocía a pocos y él iba acompañado. De manera fugaz ella saludó efusivamente, le daba gusto verlo de nuevo después de tanto tiempo, él a cambio saludó y le presentó a su novia. Acto seguido le contó que estaban presentando unas obras y que habían hecho ya un libro con textos de él y de unos amigos.
Quedaron en mandarse invitación o algo así y se dijeron adiós. Él mandó la invitación, ella no pudo ir a la primera presentación y él insistió para que fuera a la segunda, ella decidió ir. Invitó a una amiga pero ésta ni siquiera entró a la obra, sólo la acompañó al lugar.
De pronto, cuando se sentó para que iniciara la obra, volvió a su mente aquel niño disfrazado de viejo explorador y sonrió. Después apareció él, maquillado, desaliñado, como un vil bufón de circo después de su ardua jornada.
Comenzó un monólogo, aunque a su lado una chica de marcadas curvas aparecía esporádicamente. La historia hablaba de tantas cosas y de ninguna a la vez. Por un momento se sintió como en el circo, total, el payaso ahí estaba, pero el discurso cambio.
Pasó de la comida al sexo, del sexo y las mujeres a las drogas, de las drogas a la guerra y de la guerra a la televisión, la razón por la que todos somos lo que somos. Ella escuchó sin mascullar, sin hablar, sin hacer un sólo movimiento, pero viendo fijamente cada pasó rengo que él daba. Sintió a Brehom tan cercano que hasta pensó que se le había quedado mirando un par de veces. Su teléfono vibro por lo menos cuatro veces y a cada intento ella lo acallaba con un tono de ocupado.
Fue cuando tocó el tema de la televisión cuando ella comenzó a entender lo que ocurría, ató cabos y cada palabra que él dijo comenzó a clavársele como pequeñas agujas.
Así develó el soplo de los sueños que ya no se sueñan y avisoró ese doble personaje que cada quien tiene en su propia mente, en su vida, ese debes hacer y ese quieres hacer.
A partir de ahí cada murmullo iba acumulando agua en sus ojos y al final soltó la lágrima mientras escuchaba de ese niño al que ella conoció de ese ahora adulto la frase "Sólo vivo si quiero vivir, de lo contrario sólo existo".
Justo ahí resumía su frustración. Ella quiso ser actriz alguna vez, lo intentó pero fracasó y no luchó, se dejó llevar por aquello de que estudiara una verdadera carrera y después hiciera lo que quisiera. Y ahí, frente a ella, pudo ver a un grande, a un hombre que luchó todo el tiempo, desde que era niño, por conseguir sus sueños, por ser un actor y más allá de eso, en todo el tiempo que no se vieron él creció tanto profesionalmente, artísticamente, espiritualmente, su niño, su niño había crecido. Esta vez, al mirarlo, ella sólo acertó a sentirse tan orgullosa de aquel que escribió y actuó su propia creación de manera magistral, que al abrazarlo no paró de decirle felicidades, como si fuera la primera vez que él actuara.
Y es que era la primera vez que ella lo veía, la primera y se quedó con un gran sabor de boca, la primera y reconoció que es un grande, la primera y la que la hizo estremecerse porque no pudo haber llegado Brehom en mejor momento a su vida.

miércoles, abril 01, 2009

Dentro de toda la mierda que hay en este mundo, a veces, uno se encuentra ángeles en su camino, gente que quiere sacarte del pozo en el que estas y que no pide absolutamente nada a cambio. Lo único malo es que llegan de sorpresa, sin imaginarlo, y de repente se esfuman. ¿Por qué perdí a mi ángel?