martes, septiembre 26, 2017

Viaje a las estrellas

Mientras miro hacia el cielo pienso en todas las estrellas que se alcanzan a ver, en las que no se alcanzan a ver y en el polvo estelar que viaja por todo el espacio, ese que lo mismo toma la forma de una estrella que de un cometa, que lo mismo recrea la inmensidad del mar o el impetuoso viento, ese que se acerca y se aleja del sol de tanto en tanto y que puede, desde lo alto, mirarnos como pequeñas hormiguitas. 

Puedo ser ese polvo estelar. Lo soy. Ese cúmulo de pequeñas particulas que laten al unísono, que crean castillos y sirenas, serpientes y luciérnagas, abejorros y gatos. Tengo la capacidad de ser todo y nada a la vez, de sentir amor y miedo, de sentir tristeza y alegría, de explotar de rabia o fundirme con la paz interna. 

Y quizá sin darme cuenta vibro en la misma sintonía que el orange tabby de Divo, el rojo de las alas de la mariquita, el tornasol de las alas de las libelulas o el azul del cenote de cercana superficie. Cada respiro que doy se expande y se contrae un universo distinto, cada suspiro recrea imagenes distintas en mi mente, cada sonrisa transmite una emoción distinta y cada minuto que paso esperando a que me  encuentren me hace pensar que algo hemos hecho bien en el mundo para que mientras unos son rescatados otros sigan su viaje a las estrellas, a ser nuevamente polvo estelar, a poder mirar desde arriba el milagro de la vida en todas sus expresiones.

Vulnerables

Fabiola piensa que el momento en el que más vivos estamos es el que más nos acerca a la muerte. Lo piensa mientras toma un sorbo de café, justo antes de que frente a sus ojos se desplome un edificio y el piso bajo sus pies se mueva sin sentido alguno. Lo piensa sin darse cuenta de que su cuerpo se vuelve un manojo de químicos y emociones que le impiden tomar una decisión coherente al menos el minuto y medio que dura el temblor. 

El café pasó con un trago rápido, después vino la nube de polvo, el sonido de muros que se derrumban, la resequedad en la garganta, el asombro de los ojos, las lágrimas inexplicables que salieron al mirar aquello y el nudo en la garganta antes de pasar saliva nuevamente, antes de que el corazón se saliera del pecho, antes de que todo se volviera una representación de aquello que ella no vivió hace 32 años. 

Tomar el celular y grabar es lo primero que vino a su mente, llamar a su familia para saber que estaban bien fue su segundo pensamiento... Correr a mirar los escombros y empezar a apoyar, el tercero... No sabía si escribir en facebook para pedir apoyo, subirse a los escombros o preguntar a las cientos de personas que se acercaron también ¿qué hacemos? Como cuando no hay un líder pero de algún lugar sale alguien que sabe qué hacer y de pronto todos suman a la causa, sin acusarlo, sin renegar, sin querer tener la razón sobre algo, sólo escuchando lo que su humanidad dice que deben hacer. 

No alcanzan las lágrimas para limpiar lo que se siente, no alcanzan para llorarles a todos los que quedaron atrapados, para honrar la memoria de todos los que han apoyado... No alcanzan los labios para besar las manos de cada uno de los que han recogido piedras y escombros... no alcanzan los brazos para abrazar con fuerza a cada uno de los que han resistido y han sido encontrados con vida... No alcanza la voz para seguir gritando que se requiere apoyo en diferentes puntos de la ciudad y del país... No alcanza el corazón para amarnos tal cual somos, los que ayudan y los que no, los que sienten y los que usan el empuje de adrenalina para seguir buscando entre los escombros, los que cocinan para alimentar a quienes arriesgan la vida y los que cuidan a los perros que aún no encuentran a su compañeros de vida, los que piden apoyo por facebook y los que tienen tanto miedo que prefieren mantenerse en un lugar seguro, los que perdieron su casa y los que por fortuna no perdieron la vida, los que vieron derrumbarse sus sueños y los que están viendo construirse una nación diferente. Quizá sea cierto, quizá el momento en el que más vivos estamos es aquel que más vulnerables nos hace sentir, aquel que más nos acerca a la muerte.

#FuerzaMéxico


martes, septiembre 12, 2017

Salvar vidas

Más imponente que las ciudades que se pueden mirar desde lo alto, es el mar. El mar que no necesita lo alto para ser mirado, que no alcanzan los ojos para encontrar su final, que no aguanta la boca para degustarlo por completo. Marina lo sabe. Quizá es por eso que pasa horas frente a él, mirándolo y admirándolo, viendo como sus olas llegan y se van, cerrando los ojos para escuchar su sonido y con sus manos bien extendidas para sentir la arena que recibe al mar a cada minuto de su llegada. 

Mientras eso pasa, Marina piensa en amar, amar profundamente y no, no piensa en ninguna persona en particular, más bien piensa en el amor como ese sentimiento abstracto que fluye por todos los rincones del mundo, piensa en el amor que el universo tiene al mar para llenarlo de estrellas, o el amor que el viento tiene hacia las aves para dejarlas navegar por sus corrientes. Suspira. Piensa en el amor que el sol emite para que las plantas crezcan y en el que tienen los mismos peces por sus crias. 

Y mientras mira al horizonte piensa también en todo lo contrario al amor, en el miedo que nos da como seres humanos el perder el control respecto a nuestra pareja, en cúantas veces nos ponemos una coraza para que nadie nos lastime ni nos toque, de pronto siente un cosquilleo en la mano y la sacude, con ese mismo miedo que tenemos de que algo nos acerque a la muerte. 

Una ola llega hasta donde está sentada y moja todo lo que está a su alrededor, sin moverse su mente gira a mil por hora, no sabe si mantenerse ahí o ponerse en pie, no sabe si vivir ese instante o tratar de correr a poner "a salvo" algo. Alcanza a mirar a lo lejos una persona pidiendo apoyo, la marea está subiendo, hora de trabajar y de sacar a los turistas del mar... Uuuurrrrrrhhhhhhhhhhhh... suena el silbato y corre mientras despierta de su ensoñación. Parece que Irma todavía está enojada, al menos eso le han dicho las corrientes que van llegando y que se han comido la playa. ¿Porqué habrá elegido ser salvavidas?

jueves, julio 06, 2017

El reloj y el cuenco...

Imagino a los backpackers de hace años, de hace siglos, a los nómadas que caminaban de un lado a otro buscando dónde vivir temporalmente, aprendiendo cada vez que llegaban a un nuevo ambiente, a un nuevo momento. 

Imagino que en el camino se contaban sus historias, lo que habían vivido, sus consejos de camino a donde iba el otro y se compartían también sus ideas. Martin llegó a casa y me contó una de las historias que a lo largo de su vida ha escuchado, una sobre un encuentro de ideas asincrónicas, de algo que hace cientos de años se convirtió en realidad y cuyo encuentro probablemente fue en algún lugar remoto como cuando dos backpackers se encuentran en medio de la nada, y no hay nadie para documentarlo, ni para contarlo, pero la imaginación puede recrearlo. 

Cuentan que desde años los himalayas comenzaron a trabajar los metales preciosos y al tiempo comenzaron a explorar el sonido que podían generar con los mismos, de esa exploración surgió lo que hoy se conoce como cuencos, unas vasijas de diferentes materiales que al ser tocadas por una baqueta cantan con un sinfín de tonos graves y agudos, dependiendo de cómo sean tocados. 

En algún momento de la vida los comerciantes o nativos que solían llevar siempre sus cuencos a cuestas, se encontraron con un par de jóvenes soñadores ilusionados porque llevaban en su mente y algo entre sus manos la idea de un reloj, algo que midiera el tiempo de la manera en la que ya se concebía socialmente. Y en ese instante ambos compartieron lo que hacían, lo que soñaban, lo que pasaba por sus mentes ante tremenda idea y cómo querían transmitirla a la mayor cantidad posible de personas, que en ese momento seguramente eran quienes los acompañaban en la travesía y los nómadas que se encontraban en el camino. 

El reloj con su tic tac tratando de contar segundo a segundo el paso del tiempo, con sus manecillas, su mecanismo, su sonoridad controlada frente a los cuencos con sus cantos relajantes y armoniosos, que hacen que la gente pierda la noción del tiempo mientras los escucha, mientras se deleita con sus tonos, con sus vibraciones... Quien diría que el remedio y la enfermedad se habrían encontrado en el mismo espacio, en el mismo momento, en algún lugar del mundo frente a dos soñadores queriendo contarle al mundo sus ideas... 

Y quizá no saben lo que crearon hasta nuestros días, la gran revolución que han hecho ni cómo convergieron nuevamente en la línea del tiempo... así como los backpackers de hoy se encuentran, se cuentan sus historias, sus ideas, sus sueños y quizá no sepan el potencial que esos encuentros tienen para el mundo...



jueves, junio 22, 2017

Donde estes tú, estoy yo

De mis abuelos paternos aprendí que el amor existe. Lo sentía cada vez que los visitábamos y veía cómo mi abuela cuidaba a mi abuelo. Lo miraba a él levantarse cada día de su cama, tomar sus muletas y seguir tocando el piano, apoyando a limpiar los frijoles, componiendo máquinas de coser, y mirando a mi abuelita con ojos de borrego a medio morir. 

Quizá lo que nunca vi fueron todas las veces que se pelearon, que discutieron, que lloraron porque las cosas no salían de la mejor manera o de la forma en la que esperaban, que dolía profundamente lo que ocurría con sus hijos, quizá no vi la frustración de mi abuelito por no poderse parar e ir con mi abuelita a recorrer el mundo como a ella le gustaba, ni el dolor de mi abuela por ver a mi abuelo peder la capacidad de seguir con sus pasiones, con su vida habitual, poco a poco. 

No importaba lo que pasara, mi abuela siempre estuvo para mi abuelo y viceversa. Se eligieron como compañeros de vida y eso hicieron, acompañarse... Que grande y que hermoso es ser su nieta y poder mirar en ellos la fortaleza que hizo posible mi existencia. 

Cuando mi abuelito falleció, toda la familia se congregó, para cantar, para llorar, para mirarlo y agradecerle cada una de sus enseñanzas, de sus sonrisas, de sus jalones de orejas, cada palabra y cada esfuerzo que hacía para mantenerse vivo, presente, consciente. Y aún cuando ya no está físicamente, mi abuelo siempre lo piensa, él la acompaña en cada reto, en cada nuevo sueño, en cada buena o mala noticia... 

Hoy, mirar este ejemplo, esta foto, recordar todo lo vivido con ellos es la base de esta nueva etapa de mi vida, vivir en matrimonio, con el acompañante que he elegido para mi vida, con el hombre que será el padre de mis hijos. Sé que en este nuevo camino habrá muchos momentos hermosos y felices, pero también sé que vendrán momentos que requerirán de nuestra confianza, amor, ternura, fuerza, valentía y saber que no hay receta secreta, el secreto somos nosotros. 



"No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios" 
Ruth 1:16