jueves, marzo 30, 2023

Se enamoró de mi luz...

 Se enamoró de mi luz como el que va por un bosque obscuro y mira una luciérnaga. Se enamoró de mi luz como el que de pronto, en medio de la noche, ve salir la luna entre las montañas. Se enamoró de mi luz como cuando los ojos se enamoran del espectáculo que hace el sol al amanecer. Se enamoró de mi luz y me llevó con él pensando que así siempre tendría luz, que quizá él podría tener un poquito de esa luz para sí mismo. 

Se enamoró de mi luz, de mi forma de sorprenderme ante la vida, de la sonrisa larga de mi boca, de la ligereza con la que me movía a resolver cualquier cosa, se enamoró de la inocencia de mi pensamiento, de la claridad de mi alma, del territorio libre de miedo que habitaba en mí. Pero al tiempo que me mantenía a su lado mi luz se iba haciendo cada vez menos, cada vez más débil, cada vez más pequeña, seguía sonriendo pero tenía que sostener las mejillas, caminaba con los huesos porque mi cuerpo se comía el músculo, hablar con él resultaba siempre en una escena de llanto, dolor de cabeza y ganas de dormir para siempre. 

Se enamoró de mi luz, pero no se enamoró de mí. Casi se extingue mi luz en ese camino, trataba de sostenerla, trataba de mantenerla ardiendo con una madera o con otra, de una forma o de otra, en el fondo creo que sabía que sin mi luz yo no era importante. Hubo un momento, con una vista espectacular, en el que casi soplo a ese minúsculo fuego, nada de lo que había hecho lograba sostenerlo o avivarlo y estaba ciertamente agotada, frustrada... ¿por qué no encendía ese fuego si yo hacía todo lo que se podía? 

Se enamoró de mi luz, esa que resplandecía e iluminaba la habitación entera, esa que permitía mirar en las noches de luna nueva, la que guiaba por el camino de la alegría y el gozo. Se enamoró de quien dejé de ser cuando me llevó a su lado, la que era libre y decidida. Menguó mi luz de a poco. Cuando él se fue pensé que nunca podría volver a encender esa luz como antes, que no podría volver a mirar esa danza majestuosa del fuego, pensé que finalmente había logrado llevarse mi luz. 

Pero mi luz sólo requería de tiempo y paciencia para volver a encender, la miré, le hablé bonito, me sorprendí de lo hermosa que se miraba bailoteando con el viento, fue la que me guió en el camino de la noche oscura, fue la que me recordó que yo era más que mi historia, la que me aplaudió por haber aprendido a elegirme a mí, la que me acurrucó en los momentos que sólo quería llorar y no veía salida alguna. 

Se enamoró de mi luz y hoy entiendo por qué, quien debía enamorarse de mi luz era yo misma.