martes, septiembre 26, 2023

Corazón y pies. Pies y corazón.

He caminado, he corrido, me he trepado a los árboles y he terminado con los pies llagados, he andado descalza por la tierra y he tropezado, he seguido los pasos de alguien más y también he tomado mi propio camino sin saber para dónde ir, qué dirección tomar. Si mis pies hablaran, si pudieran decir los caminos que he recorrido, las veces que los han besado o acariciado, los kilómetros que hemos recorrido, los zapatos que hemos usado. 

Pero antes que mis pies ha sido mi corazón el viajero, ha sido mi intuición la que ha mirado los caminos a seguir, mis pies sólo han obedecido órdenes. Aun así me sostienen, me llevan, me recuerdan los pasos andados. 

Mi corazón me ha llevado a decir sí aunque los caminos lucían tenebrosos, me ha conectado con las personas justas en los momentos precisos, ha recogido la sabiduría de cada persona que me encontrado en el camino, me ha dado la fuerza para salir del fango las veces que lo he tenido hasta el cuello y con curitas y parches se ha enamorado una y otra vez. Me sorprende las veces que he pensado que ya no puede más y saca la fuerza para seguir adelante. 

Hace 9 años mi corazón se apachurró como papel cuando el niño abre su regalo, se quedó impactado después de que escuchara una noticia, 43 estudiantes habían desaparecido, DESAPARECIDO! así de la nada. Se los tragó el sistema, la corrupción, la maldad, la parte más podrida de una sociedad con miedo. Mi corazón le dio a mis pies la dirección a andar y junto con otros periodistas tomamos camino para saber quiénes eran esos 43 normalistas. Subimos, bajamos, preguntamos, buscamos en persona y en redes, la pregunta para nosotros no era dónde estaban sino quiénes eran. 

En otro momento de mi vida mi corazón me llevaba a la isla de Clipperton, el último territorio que perdió México, propiedad de Francia en papel pero en territorio mexicano. Una isla que tuvo su gobernador mexicano, poblada por medio centenar de personas que fueron abandonados tras el inicio de la Revolución. Mi corazón estaba dispuesto a ir, pero esa vez mis pies no le siguieron la orden, los paralizó el miedo. Se quedaron corazón y pies calladitos, se perdieron la dicha de conocer la Isla de la Pasión. 

Hoy mi corazón nos ha traído a la zona del cacao en Costa Rica, le han contado que aquí el cacao también es una bebida sagrada para los indígenas bri bri, que en algún momento no tan lejano también sirvió de moneda y que hubo un hombre al que le llamaban Segundo que empezó a componer canciones de Calypso en medio del cacaotal que por muchos años fue su medio de sustento. 

Mi corazón marca la dirección, mis pies ejecutan las órdenes. Tantos kilómetros recorridos, tanto andar por playas, ciudades, selvas, bosques, desiertos. Tantos caminos que han recorrido acompañados de mi cómplice de vida, Marvin. Gracias por cada momento de vida en esta Tierra. 




lunes, agosto 14, 2023

El corazón

 A dónde se van las historias de amor que nunca fueron? A dónde se van los recuerdos de las locuras que hicimos por amor? Qué pasa con esas emociones que nos permitimos de vivir? Alimentan el cosmos? Se vuelven estrellas fugaces? 

Miro hacia atrás y veo a los hombres que han pasado por mi vida, sus besos, sus caricias, sus abrazos, mis ojos observándolos en la sobrecama, mis manos acariciándolos, tratando de memorizar su piel. Los pienso y me da un vuelco el estómago, me salta el corazón, me regreso al tiempo que fue y al que no fue, al que solo fue en mi mente, en mis ilusiones. 

Viene la nostalgia por quien yo era, por la facilidad con la que tomaba la vida como si no hubiera riesgos ni problemas, miro a mi versión más joven, inocente, arriesgada… Pregunto por las historias con los amores del pasado, pero en realidad hablo de todas las historias, las Micro, las macro, las que parecen no se importantes, las que sólo tomaron un segundo, parece que no pero tengo en mi ADN un poquito de cada persona que atravesó por mi vida, desde el niño que me regaló un corazón de papel hasta el agente de migración que puso el sello de entrada a Costa Rica, desde la monja que me miraba con ojos asesinos por llevar mal el uniforme hasta la señora que me atendió en la telefónica, 

A dónde se van todos esos momentos? Sé que no son esferas archivadas en la memoria, sé que son energía que va rondando y tocándonos de formas sutiles y transformándose al paso de cada uno de nosotros, sé que forma parte del gran misterio, de ese universo del que no podemos escapar y que va dando a cada quien lo que corresponde. 

Nuestra mente ha pensado que puede jugarle una treta y que si me porto bien me dará lo bueno, y si me porto mal me dará lo malo, pero la ley humana de nuestro ego poco tiene que ver con ese gran misterio, no hay forma de engañarle, no hay forma de mentirle, no hay forma de hacerle carita de perro para evitar algo, nos lleva siempre a asumir cada momento de nuestra vida estoicamente, con el poder de nuestro libre albedrío presente en todas las dimensiones de nuestro ser. 

Que debo hacer entonces? Pregunta mi ego, portarme bien o portarme mal? Escuchar tu corazón, responde el universo, en el corazón esta tu timón, tu brújula y tu esencia, el corazón te dice con claridad qué hacer y hacia dónde ir, el corazón te muestra los momentos bellos y los difíciles que has de atravesar, el corazón te saca las lagrimas y las carcajadas. El corazón. Recuerda volver ahí todos los días. 




jueves, abril 13, 2023

El duelo eterno

Cuando la noche es oscura y nuestro entorno no está iluminado, las estrellas alcanzan a apreciarse mejor. Y si tomamos tiempo para mirarlas, para observar su orden, su brillo, su espacio, hay momentos donde aparecen estrellas fugaces. Nacen y mueren en un instante frente a nuestros ojos. 

Hay bichitos que viven un día, hay algunos que viven y después de intentar reproducirse mueren, hay otros que pasan gran parte de su vida desarrollándose para unos cuantos días de vida madura. La muerte está implícita en cada momento de la vida, aunque no nos demos cuenta.

Y en ese proceso vivimos en el duelo eterno, añoramos las versiones que fuimos, las personas que se fueron, las historias que tejimos en trabajos pasados, añoramos nuestras etapas anteriores, infancia, adolescencia, juventud… añoramos cuando éramos solteros y después cuando estábamos en pareja, añoramos lo que fue y dejo de ser y no sabemos cómo hablar de ello, cómo sentirlo, qué se hace con los pedazos de sueños rotos? 

A veces tomamos parte de esos pedacitos y los queremos embonar en nuevos puzzles, pensando que es lo que nos quedó de esa decepción, vamos metiendo viejos patrones en nuevas historias. No nos enseñan a cortar de tajo con lo que no resuena con nosotros, sino más bien a sostenerlo aunque no entendamos porqué. 

Quizá debiéramos tomar un momento para sepultar honrosamente lo que fue y no volverá, la chispa de la mirada, el deseo desbordante, la inocencia natural, la confusión adolescente, el dolor indescriptible, sepultar nuestros momentos, nuestras historias, nuestros errores y también nuestros aciertos. Para qué tener el cadaver? Repetirlo una y otra vez sólo nos hace vivir en el pasado. Llevémosles flores y dejémoslo ir. Cerremos la cuenta y paguemos las deudas. Volvamos al presente sin el costal de la espalda, con la mente en blanco sin cuentas por saldar. Quizá así podamos honrar a aquellos que comparten su vida con nosotros, quizá así podamos entregarles todo lo que somos, quizá así por fin nos permitamos simplemente SER


Mis herencias

 Mis herencias no son monetarias, mis abuelos no me han dejado terrenos ni tesoros, no hay ahorros ni seguros por cobrar, a veces me han heredado en vida pero yo no había sabido recibirlo. 

Mis herencias no son objetos significativos de nadie, no hay prendas ni objetos decorativos, tampoco fotos ni joyas, mis herencias me han sido entregadas incluso sin yo saberlo. Muchas de ellas no necesitaban que yo accediera a recibirlas y tampoco han necesitado que yo las reclame, sólo ha sido necesario que las recuerde. 

Mis herencias son miradas, como si fueran lentes de generaciones anteriores; son emociones liberadas y contenidas; son palabras dulces y amargas; mis herencias no pueden verse pero aparecen de pronto ante mi ojo, ese que todo lo ve y lo comprende desde un mundo completamente distinto. Ahí se discriminan mis herencias, ahí es donde se filtran las ideas, las creencias, las emociones, las palabras; ahí es donde se transforman y se alquimizan las herencias de mi linaje, conocidos y desconocidos por igual. 

Y ahí donde miro a mi abuela paterna, miro mi herencia, miro la fuerza con la que se mantiene firme ante la vida y ante la muerte; miro su alegría a través de sus ojos y de su sonrisa; miro su ternura cuando nos toma por la carita o nos dice "gracias"; la miro dormir plácidamente y la recuerdo subiendo y bajando del monte, explorando y recogiendo pies de plantas. 

¿No tiene miedo? me pregunto. La última vez que estuve con ella y sentí miedo se la pasó orando y agradeciendo, débilmente pero con una fe inquebrantable. Me parecía como si hubiera mirado a la muerte de frente con esa elegancia y porte con el que se convirtió en Reina de la Primavera de Adultos Mayores. 

"pos esta..." imagino que le dijo al final de cualquier frase que la disuadió de llevársela, "pos esta..."

Cada instante con ella es parte de mi herencia, cada mirada de amor, cada momento en que puedo apoyarla y sostenerla es parte de mi herencia. Durante su vida nada la detuvo, ni siquiera el hecho de que mi abuelito usara muletas, ella iba y venía, caminaba sin cansarse, se buscaba qué hacer no por ganar dinero, sino porque tenía la certeza de que así debía hacerlo. 


jueves, marzo 30, 2023

Se enamoró de mi luz...

 Se enamoró de mi luz como el que va por un bosque obscuro y mira una luciérnaga. Se enamoró de mi luz como el que de pronto, en medio de la noche, ve salir la luna entre las montañas. Se enamoró de mi luz como cuando los ojos se enamoran del espectáculo que hace el sol al amanecer. Se enamoró de mi luz y me llevó con él pensando que así siempre tendría luz, que quizá él podría tener un poquito de esa luz para sí mismo. 

Se enamoró de mi luz, de mi forma de sorprenderme ante la vida, de la sonrisa larga de mi boca, de la ligereza con la que me movía a resolver cualquier cosa, se enamoró de la inocencia de mi pensamiento, de la claridad de mi alma, del territorio libre de miedo que habitaba en mí. Pero al tiempo que me mantenía a su lado mi luz se iba haciendo cada vez menos, cada vez más débil, cada vez más pequeña, seguía sonriendo pero tenía que sostener las mejillas, caminaba con los huesos porque mi cuerpo se comía el músculo, hablar con él resultaba siempre en una escena de llanto, dolor de cabeza y ganas de dormir para siempre. 

Se enamoró de mi luz, pero no se enamoró de mí. Casi se extingue mi luz en ese camino, trataba de sostenerla, trataba de mantenerla ardiendo con una madera o con otra, de una forma o de otra, en el fondo creo que sabía que sin mi luz yo no era importante. Hubo un momento, con una vista espectacular, en el que casi soplo a ese minúsculo fuego, nada de lo que había hecho lograba sostenerlo o avivarlo y estaba ciertamente agotada, frustrada... ¿por qué no encendía ese fuego si yo hacía todo lo que se podía? 

Se enamoró de mi luz, esa que resplandecía e iluminaba la habitación entera, esa que permitía mirar en las noches de luna nueva, la que guiaba por el camino de la alegría y el gozo. Se enamoró de quien dejé de ser cuando me llevó a su lado, la que era libre y decidida. Menguó mi luz de a poco. Cuando él se fue pensé que nunca podría volver a encender esa luz como antes, que no podría volver a mirar esa danza majestuosa del fuego, pensé que finalmente había logrado llevarse mi luz. 

Pero mi luz sólo requería de tiempo y paciencia para volver a encender, la miré, le hablé bonito, me sorprendí de lo hermosa que se miraba bailoteando con el viento, fue la que me guió en el camino de la noche oscura, fue la que me recordó que yo era más que mi historia, la que me aplaudió por haber aprendido a elegirme a mí, la que me acurrucó en los momentos que sólo quería llorar y no veía salida alguna. 

Se enamoró de mi luz y hoy entiendo por qué, quien debía enamorarse de mi luz era yo misma.