miércoles, diciembre 23, 2009

De cómo Fatma perdió su agua y cómo la recuperó

En las calles de Mogador no hay nada demasiado grave ni nada que no tenga remedio natural. Por eso Fatma atendió cuando las voces experimentadas le dijeron que había un remedió para retardar las posibilides de embarazarse. Acababa de casarse, su esposo era un hombre maravilloso, comprensivo, trabjador y en cuya bolsa cada día había el dinero necesario para vivir.
Se lo había dicho antes de casarse, que ella no tendría lujos pero que no le faltaría lo necesario para vivir, se lo dijo a sus padres también antes de hacer el ocompromiso y era todo a lo que ella aspiraba.
A pesar de ello, Fatma no consideraba ideal embarazarse de manera inmediata pues los gastos ya de por sí eran pesados como para poder alimentar una boca más. Su abuela le dio la receta, el empleo de una hierba en una infusión que no le afectaba pero que evitaría su embarazo en tanto lo tomara.
Lo hizo como lo marcaban las viejas recetas, ni una hoja más ni un poco de azúcar menos, pero las cosas no salieron como lo marcaban las experiencias de sus antecesoras.
La regla vino de manera permanente, creyó que su cuerpo debía adaptarse a esa nueva sustancia y sintió vergüenza de ir a la doctora, pero los meses pasaron y de nada le servía, su marido no quería tocarla.
Pensó en que la receta no podía haber fallado, la había seguido paso a paso, había puesto las cantidades exactas, la había tomado cada tercer noche, le había agregado las semillas necesarias, pero no funcionaba.
Dejó de tomarla más por salud que por gusto, cada día era una pérdida de energía excesiva, había llegado al punto de no querer ni levantarse a hacer su infusión.
Pero días después de no tomarla todo volvió a la normalidad paulatinamente, despertó, se sentía de 18 aunque tenía 27 y decidió no volver a hacer caso a esa infusión en especial.
Meditó mucho, trató de encontrar en qué paso había fallado y entonces lo enten´dió, su agua había vuelto, su naturaleza rechazaba lo que ella ingería y creyó que era simplemente que esa hierba no era para ella, quizá habría funcionado en todas las mujeres de Mogador, pero ella habría sido especial, Alá la habría confeccionado de una manera tan sublime e inteligente que ella no debía tomar esa hierba y, por el contrario, debía aceptar su voluntad.
Lo hizo, pensó en embarazarse y fue la naturaleza quien se lo negó por gran tiempo. Ella salía todas las mañanas a ver el amanecer y pedía a Alá que le diera un hijo y el hijo llegó dos años después de que ella hubiera dejado aquella hierba.
Fue feliz, como es feliz quien sabe que un hijo es una bendición de Alá y que los hijos llegan en el momento que deben hacerlo.

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