lunes, marzo 28, 2011

"Habla bien de Aca"

Guadalupe tiene 10 años dando masajes en Acapulco, trabaja en uno de los mejores hoteles y afortunadamente le va bien, a veces da servicio a domicilio, pero la inseguridad la ha hecho pensarlo dos veces antes de buscar por ese lado.
No obstante los ejecutados, descuartizados, levantados y demás víctimas y victimarios del crimen organizado, ella se dedica a dar momentos de relajación a quienes visitan el otrora paradisíaco puerto de Acapulco, quienes pagan más de tres mil pesos la noche en uno de los hoteles más lujosos y eso en temporada baja.
Empieza por los pies, sigue con las piernas, la parte más difícil la espalda, a ella le gustan más los faciales y los masajes con piedras, pero ahí le toca hacer de todo un poco. Dice que a pesar de ser experta en masajes pocas veces da uno a su marido por que sus energías chocan, ella llega estresada, él también y no congenian, cree en la energía que se mueve en el cuerpo, que se aloja y que se pierde a veces con esas terapias físicas.
"Hubo una vez una señora que era la primera vez que le daban un masaje y apenas la toqué se soltó a llorar, es cuando te das cuenta de la intensidad que representa un masaje, porque entras a la intimidad de las personas", dice mientras masajea la espalda.
Siete masajes en ocho o nueve horas cuando es temporada alta, los otros días son variables, pero su labor inicia desde que recibe a los clientes hasta que los deja en la sala de estar con un café, té o agua.
"Yo supe desde chiquita que esto me gustaba, llegaba mi familia a casa y les decía que si querían un masaje, después me fui a estudiar cosmetología a Puebla y ahora estoy aquí, son ya 10 años de trabajar en esto y aunque a veces uno se contagia también de lo que traen las personas, también tiene sus precauciones", cuenta y pone en el cuello de su clienta una toalla caliente para que sostenga su cabeza.
Pero es que para estar tranquilo en Acapulco hoy se necesita mucho más que un masaje relajante, un embajador sale del hotel con seis guaruras y familia y equipo de trabajo detrás, otros en la calle simplemente caminan con el miedo de que en cualquier lugar ocurra un enfrentamiento o encuentren algún cuerpo descuartizado, como los cinco que hallaron el mismo día que el Presidente inauguró el tianguis turístico.
Pero es que ahora Acapulco tiene una muy marcada división, por un lado la zona turística donde los hoteles más lujosos hacen de las suyas en temporada alta, donde la mayoría de la gente va a disfrutar aunque sea un par de días con arena que parece grava.
Por el otro está la zona diamante, accesible para algunos, condominios de por lo menos 6 millones de pesos que compra la gente que puede darse el lujo de tener, incluso, una parte de playa privada, a la que no llegan quienes no tienen con qué.
Entre un extremo y otro, en medio y a las orillas, están los retenes militares, unos 20 elementos con dos camionetas, cubiertos de la cara, con armas largas y haciendo alto a uno que otro automóvil. En las calles, colgados de antros y restaurantes vacíos las mantas que citan "Habla bien de Aca"
En alguna parte de esa ciudad está Iliana, una adolescente que fue por su visa hace un par de días a la Ciudad de México y para quien es cotidiano el paisaje de sangre que se vive en el puerto. Su preocupación mayor, en ese momento, era que le dieran la visa para poder irse, con una amiga y su familia, a conocer Estados Unidos como viaje de 15 años.

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