lunes, noviembre 12, 2012

Se acaba el esplendor


Una mujer de no más de 35 años está recostada bajo un edificio sobre Insurgentes, el lugar huele a orines y el hombre que está con ella huele a thiner. A un lado un o una bebé, en medio de la nada, rodeada de orines, tráfico, smog, los silbatos de los policías y las miradas de lástima de los peatones.

El edificio perteneció a la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, la Torre Solidaridad, que en algún momento fue obra cumbre del gobierno, que tuvo sus años de gloria, encuentros de funcionarios, segundo hogar de cientos de burócratas, un edificio adelantado a la estructura de la ciudad, de la zona, y que ahora sólo es un edificio abandonado en el que adictos, gente sin hogar y vándalos se resguardan del frío y de condiciones adversas, entran sin llave y salen saltando obstáculos y ventanas rotas. Hoy es sólo un lugar que silenciosamente guarda recuerdos.

Se despierta pensando en sus glorias, en todos aquellos que lo llevaron a la cumbre, las veces que su foto salió en los medios... pero después ve su amarga invisibilidad ante quienes hoy rigen la ciudad, peor aún, es invisible para todos menos para quienes aún lo habitan, ni inversores, ni autoridades, ni viejos burócratas... todos se han ido.

Hoy se esperanza en que algún día alguien lo retome o hagan una demolición para hacer algo atractivo, novedoso, alguna estructura que haga de nuevo ese espacio... Así pasa la vida, así se acaba la vida, pasan los años y dejamos de ser la máxima estructura para quienes nos acompañan en el camino, a veces corremos con suerte y la demolición es rápida y breve... a veces, como ahora, es tan lenta que parecería que toda la vida pasará así...

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