domingo, febrero 14, 2010

El tiempo pasa...

Hace 12 años yo era una niña, jugaba Twister, contaba chistes como ¿Por qué el pasto es verde?, aún no se desarrollaba mi cuerpo y todavía tenia voz de pito.
Hace 12 años mi hermana acababa de nacer, mi abuela Ana aún vivía, mi madre tenía el cabello corto y mi padre tenía unas greñas increíbles, mi tía Carmen estaba embarazada, mi abuelo tenía una coneja y ver una cámara de video fue la novedad en el festejo de año nuevo.
Ocampo era otro, quizá yo lo veía como otro, la casa de mis abuelos tenía aún la cocina de antaño, con una estufa ya vieja, una pequeña mesa, un espejo en medio, una tarja pequeña para lavar los trastes y una alacena arrinconada. El comedor siempre fue amplio, para haber alimentado a 13 hijos debía serlo.
Mis primos eran pequeñitos, mis hermanos eran preciosos y en la familia había paz, apenas habían construido el segundo piso sobre la cochera, mi Tía Baby aún no tenía hijos y mi tío Santos ni se había casado.
Ha pasado tanto tiempo... y ahí me veo en el video, con una blusa de rayas blancas y negras, un pantalón de mezclilla, una camisa de mezclilla sobre el atuendo, una diadema, el cabello largo y la sonrisa, la mirada fija a lo que veo y la inquietud permanente.
Supongo que por aquel entonces mi madre ni siquiera imaginaba que a escasos tres meses moriría mi abuelita, que eso cambiaría por completo nuestras rutinas, que mi hermano tendría problemas con el bachillerato y con la universidad acto seguido, que mi padre lloraría al morir mi abuela, que mi tío no estaría en el momento idóneo, que yo tendría mi primera regla, que mi hermano Dany se convertiría en un Don Juan, que el mayor tendría un hijo con mi prima y que Miguel, alq ue amabamos y adorabamos, se convirtiera en un cabrón, huevón y desubicado.
Vemos el video una y otra vez, nadie sabía lo que podría ocurrir, nadie imaginaba el futuro que nos esperaba, nadie tenía ni el menor indicio del camino que tomaríamos.
Pero así fue, la vida pasó, las cosas cambiaron y a los 17 años empecé a fumar a los 19 empecé a tomar y a esa misma edad decidí que no me volvería a enamorar.
Cambié tanto en tan pocos años, a los 15 aún pensaba en el amor y en encontrar a mi media naranja. Para mi madre yo siempre seguiré siendo su niña, su pequeña. Ella tiene el video de mi vida grabado en su mente, alguna zona un poco borrosa, pero seguro recuerda desde su embarazo y mi nacimiento hasta la angustia del primer viaje que hice sola.
Los hijos crecemos y hacemos nuestras vidas, decidimos, sacamos a nuestros padres de nuestra vida poco a poco, dejamos de hacer planes con ellos, dejamos de invitarlos a participar de nuestra vida... hasta que nos vuelven a romper el corazón.
Quizá es por eso que mi madre quedó pasmada cuando vio una cajetilla de cigarros en mi bolso, después reaccionó y cada vez que veía una cajetilla la tomaba y los vendía. No sé cómo fue, pero seguro lloró la primera vez que me vio llegar a la casa ebria, gritando incoherencias y diciéndole que estaba sobria y que no pasaba nada.
Recuerdo sus desvelos aún, cuando yo iba a Milenio, luego a parrandear y llegaba antes del amanecer y la veía acostada en la sala, esperándome... llorando porque su hija se le estaba descarriando.
Hoy por primera vez en mis 24 años de vida hablé con mi madre de sexo, no fue una charla cordial sino de reclamo luego de que viera un parche anticonceptivo y vi otra vez esa incertidumbre en sus ojos, esas ganas de llorar, volví a escuchar los sermones que hace tiempo no recordaba, volví a ver en sus ojos esa sorpresa y esa desesperación de saber que su niña ya no es una niña y de saber que una vez más la ha dejado fuera de su vida... una vez más....

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