miércoles, julio 07, 2010

La sonrisa envidiable

María, Toño y Pedro se subieron al camión con sus guitarras y su pequeña pianola de aire. No pagaron y no se veía que les agradara mucho subir a extender la mano, pero la realidad es que tenían una sonrisa envidiable para todos los viajeros que sí habían pagado.
No es que fuera una sonsrisa colgate, de esas perfectas que aparecen en comerciales, simplemente era una sonrisa sin preocupaciones. Empezaron a mover las manos y sacar sonidos de las cuerdas de la guitarra, cantaron algo que iniciaba como "a placer, puedes tomarte el tiempo necesario..." y María los acompañaba con algunos coros.
Se ve que se querían, pues al cantar se miraban a los ojos, reían con los errores, los desatinos o los tropiezos que provocaban las paradas repentinas del bus.
Después tocó el turno de ella y con una linda voz, firme, fuerte y entonada, cantó algo que creo que decía "Yo tenía una esperanza, en el fondo de mi alma, de que un día te quedaras tú conmigo...".
Cada que terminaban de cantar ellos mismos se aplaudían, se reverenciaban y volvían a empezar, con otra canción.
Al final dijeron que la cooperación y la cantada les permitían seguir con sus estudios. "Sabrá Dios si sea verdad", dijo una señora.
Pero todo parecía indicar que no iban drogados, ni tomados, que tenían talento para la música y que fueron tres de los 200 mil jóvenes que no lograron entrar en el sistema de educación pública, a quienes les fueron ofrecidas becas parciales y por lo cual tienen que pagar mes con mes una colegiatura.
También forman parte del millón de empleos que el presidente no pudo crear para los recién egresados de universidades, en lugar de un empleo digno con salario suficiente para vivir y prestaciones de ley, han optado por el empleo informal de la caridad a cambio de arte con el que no ganan mucho pero tampoco pagan impuestos.
Ellos siguen viviendo con sus padres, tienen lo que ganan en el día, comen lo que alcanza con lo que sacan de la chamba luego de repartirlo entre las copias, los libros y los materiales.
Son estudiantes de filosofía, quizá por eso toman la vida tan tranquilamente; pueden ser estudiantes de derecho, aunque ya habrían buscado ropa más decente para aparentar ser el abogado del diblo; si se les ve fijamente la verdad es que quién sabe que demonios estudien, si estudian, no se sabe qué harán de sus vidas, no piensan a futuro, tampoco a presente, la chamba no deja pensar nada más que en qué podrán comer hoy y aún así tienen esa sonrisa envidiable del joven estudiante...

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