sábado, febrero 12, 2011

Dejar de ser o empezar a ser

Mayra tenía en mente una revolución, sus pensamientos estaban armados, sus temores iban a las casas a saquear y sus estandartes iban cambiando poco a poco.
Miraba al cielo pensando si de verdad, a sus escasos 18 años, debía tomar una decisión tan fuerte en cada ámbito de su vida: buscar trabajo o hacer su propio trabajo, tener un hijo o terminar una carrera, vivir con sus papás o independizarse, decir lo que sentía o callarse.
Eran demasiadas decisiones para tomarse de un jalón, necesitaba pensarlo, meditarlo, por eso agarró su bolso y caminó hacia el centro, mirando y escuchando todo cuanto le rodeaba. De pronto era ella sola en las calles, la gente pasaba y ella sentía que la miraban y que todo mundo queriía tomar su mano en un baile inusual donde las manos de todos se movían sin sentido, sin razón y sin rumbo.
En el camino encontró un sonido extraño, música que debía identificar y seguir, porque así se lo dictaba su interior, esa fuerza dentro de ella que de pronto la hacía sentirse libre y a ratos la miraba como a una tonta. Siguió los acordes musicales y se instaló en medio de la gente, se acercó lo más que pudo y encontró a ocho chicos jóvenes, con una nariz de payaso y tocando cada quién el instrumento que más le acomodaba.
Uno de ellos tocaba una especie de cítara, volteó de pronto, la miró e hizo una seña de saludo con su mano. Ella sonrió y se dedicó a escuchar, a contemplar la belleza de aquel número, no por los chicos sino por el momento y las historias, porque la música volaba en el ambiente dejando la sensación de que ellos vivían para eso, porque sus miradas, sus juegos, su forma de tocar los instrumentos parecían decir que ellos estaban cumpliendo su misión en la vida de estar para los demás y dar un poco de regocijo entre tanto desmadre mundano.
Justo en ese momento Mayra pensó que la vida eran esos pequeños momentos que dejan un sabor de boca dulce, que llenan el alma y hacen que llenes tus pulmones de aire, extiendas los brazos al cielo y pienses que lo más grandioso que te puede pasar en la vida son esos momentos.
Al final seguramente los chicos juntaron después de un buen rato para algo de comer, probablemente sus familias estén orgullosas de que al menos sus hijos hacen algo que les llena el alma, para ellos quizá no sea suficiente ver las sonrisas pero es lo más cercano a a satisfacción interna y quizá, por que no, simplemente lo hagan por gusto o para solventar sus estudios de la universidad.
Después de pasar la tarde caminando y pensando en mil y un historias, Mayra cayó rendida en cama, estaba tan cansada que no tardó en conciliar el sueño, pero a media noche sintió como si durmiera con alguien, un hombre, que además tenía inquietud y calor internamente, se mimetizó con esa sensación y de pronto ella se sentía igual... pasó la noche y el día fue mucho más claro.
Abrió los ojos, se echo al costado, abrió su mano derecha y pensó que ahí cabía el mundo, lo único que debía hacer era alcanzarlo, por eso dio un brinco y se echó pa´ lante, dejó de ser la chica con miedo y empezó a ser ella misma con la confianza que le daba el haber nacido bajo la constelación en la que se ubica el centro de la Vía Láctea...

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