martes, febrero 08, 2011

Galletas de la suerte...

No había luz, sólo el resplandor de la película, sólo el sonido de la cruel realidad de una familia cuyo padre es delincuente, sólo eso y ella a un lado, mirando, jugando con sus manos a veces, escondiéndolas y extendiéndolas, como queriendo y sin querer tomarla de la mano.
Quien las viera pensaría que hacía tiempo que se conocían, que se habían visto, parecían amigas de toda la vida compartiendo una simple proyección, pero no era así. Fer había visto a Linda sólo un vez y en fotos por las redes sociales, habían ido a tomar una copa, platicaron de trabajo y del mundo, se rieron a carcajadas y jugaron algo sobre balconeados, fantasías y verdades imposibles de decir si no es riendo y diciendo Salud.
Pero ahí en la sala del cine, parecía que estuvieran solas, Linda miraba la película desde la primera fila, se reía de repente, tomaba un dulce, bebía un poco de refresco, estaba inquieta.
Fer tenía la misma inquietud, aunque quizá no la manifestara tanto, pero la miraba y sentía que algo le indicaba que debía tomarla de la mano, sentía ese impulso, deseaba rozar su mano por lo menos.
Pensó en hacer la típica escena del cine, antes de salir tomarla de la mano, regresarla del camino andado y darle un beso, pero le pareció que era demasiado romanticismo y que además era una imagen cliché de parejas normales. Ellas no lo eran.
Pasó la película, las preguntas, las respuestas, las risas y los comentarios. No la tomó de la mano, no la besó aunque lo deseaba, se contuvo, porque en el fondo creía que las cosas llevan su pausa, su tiempo, que si apagas la llama antes la pasta queda dura, así que hay que esperar lo justo para que esté al dente.
Salieron encantadas la una con la otra, Fer imaginaba mientras caminaban que frente al mundo eran amigas, de la oficina, del trabajo, de la cafetería o del súper, quizá hasta eran vecinas.
Pero eso que ella sentía, pensaba, era algo exclusivo, que podía hacerlo sólo estando aisladas del mundo, sólo en el momento justo, así que fueron a cenar y encontraron de camino a un chico soñado, con una sabiduría impresionante que le daba el don de mantenerse lejos de peligro.
Al final de la cena, estando los tres en la mesa, llegaron las galletas de la suerte, la de Linda decía que la única forma de tener un amigo es serlo uno mismo y sólo ella se guardo el significado de la misma. La de Fer decía que su felicidad estaba entrelazada con su perspectiva de la vida y pensó para ella que su perspectiva cambiaba cada dos minutos. Aunque al final, se dijo ella, no es que las galletas digan tu suerte y lo que te va a pasar, sino que evocan una reflexión interna.
Linda sonrió y Fer se dio cuenta de que sería imposible no pensar en ella.

No hay comentarios.: