martes, diciembre 25, 2007

Después de tantos años hoy reviví aquel momento mágico que ocurría una vez cada año, con suerte dos. El momento en el que mi madre me dejaba ver su tesoro, sus aretes, anillos, cadenas, pulceras, todo de oro. Ella cambiaba los modelos que traía y me dejaba ver la colección completa. Yo tenía escasos 5 años cuando ya adoraba el ritual sagrado de cambio de cosas de oro de mi madre. Al paso del tiempo me fue incluyendo poco a poco. Al principio me confió los aretes, los cambiaba de acuerdo a su gusto. Poco después fui ganando más su confianza y entonces me dejó usar un par de anillos que fueron suyos cuando era pequeña. Siempre me hacía prometer que los cuidaría, que no sería "shenga shocondona", como decía mi abuela, que es lo mismo que decir no seas descuidada.
Conforme fui creciendo me regaló cosas de oro, anillos, aretes, cadenas, todo está guardado con ella.Ahora tengo el privilegio de decidir qué quiero ponerme ahora, sólo que hoy recordé aquel tiempo en que sólo miraba y acataba las órdenes de mi madres "no agarres nada, dime qué te gusta y vemos si te lo doy o no". Mi hermana de 10 años, a la que adoro a pesar de ser medio cabrona, miraba con esa misma ilusión las cosas de oro de mi madre y la misma plegaria se repetía. Ya han pasado varios años y mi madre sigue con su afición por las cosas de oro, además de los tacos y la coca cola. Entre las tres se reparten el hit número 1 en la vida de mi madre, yo sigo contemplando el amadísimo ritual del cambio de oro...

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