viernes, diciembre 07, 2007

Ciudades mujer

Es un lugar de clima cálido-húmedo, oscuro la mayoría de las veces pero bañado de luz cuando habla, aprehensivo cuando no se le conoce bien, cuando no se le trata con el ritualismo que merece, pero se convierte en un paraíso cuando se le habla delicadamente y se lee su historia en su tierra, sus árboles, incluso su aire.
Su reacción depende de quién llegue a ella y cómo la conozca, depende de lo que diga y lo que haga, de que no intente apresurarse por conocerla toda en un segundo, sino que sea paciente para ir descubriéndo en cada rincón su magia, sus secretos, sus cicatrices.
Y su agua, el agua del mar dice a quien la explora si va por buen camino o no, se muestra agitado cuando el camino tomado es correcto, cuando los pasos son precisos y se va completando el ritual; se muestra apacible cuando se está errando en los actos, cuando se han apresurado los instintos o cuando se siguen pasos mecánicamente, a veces también cuando duerme.
Y si se quiere explorar su geografía, conocer sus rincones, probar sus mieles y degustar sus frutos, quien lo quierase debe comportar a la altura para poder encontrar el jardín, el paraíso que es esa tierra.
Quien no sepa hallarlo no podrá volver jamás él para intentar buscarlo nuevamente, por eso, ante todo, se debe ser paciente.

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