viernes, junio 05, 2009

Bambi

Apenas había pasado un segundo de que Rogelio había cruzado la mirada con Lula y ella, que llevaba platos de carne, consomés y agua de horchata en la mano, ya tenía las patitas como Bambi.
Llegó a dejar el pedido temblando, con la cara pálida, las lágrimas tratando de asomarse y la respiración agitada. No podía evitarlo, ella estaba loca por él, pero él nunca le había hecho caso. Quizá eso de que llevara y trajera comida nunca había llamado su atención, quizá era simplemente que no había química que hiciera que él volteara a verla o quizá él ya era casado. Ella no sabía nada de él.
Lo veía todos los días y con religioso cuidado preparaba su comida, cuando le dejaba los platos lo miraba de frente pero él nunca se percataba de ello.Al servirle el agua casi se le caía de lo nerviosa que estaba y la peor parte era el postre, eso indicaba que estaba a unos minutos de irse.
El corazón se le iba cada vez que él desaparecía por esa puerta y entonces comenzaba la cuenta regresiva para que él volviera. Para él ella era una más dentro del establecimiento, alguien que simplemente debía servirle de comer. Por eso ella llegó con patitas de Bambi cuando él cruzo su mirada con la de ella.
Era tan feliz por eso pero tan infeliz porque realmente aquello fue sólo un error... Un día ella se tuvo que ir temprano, espero a que llegara y le sirvió, en cuanto terminó dejó sus cosas y salió corriendo para el hospital donde estaba su sobrino. Justo cuando tenía el primer paso fuera de su lugar de trabajo lo topó a un lado. Él fumaba un cigarro para la digestión, ella se acomodaba la blusa que, dicho sea de paso, dejaba ver una parte de su espalda.
Eso fue lo que llamó su atención, su espalda. La había visto tantas veces metida en esa cocina y de pronto, fuera, ella parecía ser otra persona, más interesante, más atrevida, más coqueta, con más confianza. Él trato de hacerle la plática aunque fuera un instante "Saliendo temprano hoy?" le dijo. Ella asintió con la cabeza, se dejó llevar por las prisas y le dijo adiós.
Al día siguiente él volvió a ir a comer, ella llevaba la esperanza de que de nuevo quisiera hacerle la plática, pero ya uniformada él no le encontró sentido, no la vio con la atracción que había sentido un día antes y de nuevo evitó mirarla. Entonces se hizo valido aquello de que aunque la mona se vista de seda mona se queda.

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