sábado, julio 04, 2020

Mi viejita y lo que aprendí sobre ser mujer

Mi abuelita no era yerbatera, pero recuerdo que en su azotea tenía un montón de plantas. Las que más recuerdo son los helechos y los teléfonos que atoraba por rincones de la casa. Había otras de las que salían unos mini tomatitos rojos. Yo no entendía su afán por tener plantas, si aparte era re difícil cuidarlas. Después de que murió sus plantitas también fueron muriendo de a poco, después todo el lugar de su azotea se transformó así que, hasta donde sé, no quedó ninguna. 

Yo no tengo en mi memoria plantas en casa de mi familia después de la muerte de mi abuelita, recuerdo que quizá probamos con un par pero no estaban en mi radar, para mi las plantas eran una carga, algo que había que regar para que estuvieran vivas y eso quién sabe. 

Hoy me dio la nostalgia y empecé a acordarme de mi abuelita, porque aquí donde estamos viviendo hay helechos... casualmente me puse una blusa transformada de una prenda que era de ella. La traje a este viaje no sólo por ser liviana, sino porque me la recuerda mucho. Y entonces algo en mí empezó a conectar, me di cuenta que esa sabiduría de mi abuela estaba dormida en mí y que en los últimos 2 años ha ido despertando de a poco, traté de pensar en cómo se sentía ella con sus plantas y me imaginé que eran una forma de mantenerse conectada con la naturaleza en medio de una ciudad que a pasos agigantados fue perdiendo sus áreas naturales. 

Recordé que cuando mi abuelita regaba sus plantas les cantaba. ¡Hace tantos años abue! Parece que fue ayer cuando me despertabas de tu cama y me ponías el uniforme mientras seguía dormida, parece que fue ayer cuando me acostabas en la cama y recibías mis manazas y patadas involuntarias que daba por las noches... 

Recuerdo que había cosas que ni yo ni mi mamá entendíamos porqué las guardaba, cuando limpiamos su cuarto salieron tantas cosas... Hoy entiendo que nuestro mundo femenino es así, que si nadie entiende para qué estamos guardando una botellita, nosotras sí lo sabemos, entiendo que llega un momento en el que nos reconectamos con el  todo y entonces empezamos a cuidar de una manera distinta todo y a todos, entendí que tenemos rituales que para algunos no tienen sentido, pero para nosotras lo tienen porque somos magas, porque somos diosas, porque tenemos el privilegio de ser mujeres, porque llevamos la alegría de un lugar al otro como la llama que enciende los corazones, porque tenemos el enorme honor de ser portales de vida y porque contribuimos al mundo enormemente aunque nadie lo note. 

Hoy te recordé abuelita Ana, te recordé y te abracé fuerte fuerte hasta donde estás, gracias por ser parte de mi linaje nieta de Deméter, hija de Deméter, soy una hermosísima Perséfone que aprendió a ir a su infierno personal y ahora acompaña a los otros a mirarlo, a explorarlo, a abrazar su sombra. 

¡Gracias, gracias, gracias! La punta el pie, la rodilla, la pantorrilla y el peroné... te juro Juana que tengo ganas de verte la punta el pie... 

Ahora soy una brujita yerbatera, miro las plantas y estoy atenta cuando no conozco una, las abrazo con toda la medicina que traen a nuestra vida física y espiritual, y las flores me hacen sonreír irremediablemente. Te he visto por ahí volando entre las flores, mariposita, sé que estás presente y que desde donde estás me cuidas. Ya nos volveremos a encontrar. 




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