miércoles, junio 10, 2020

100 veces


Hay un espejo frente a mí, pero no es necesario. Tomo el cepillo, cierro mis ojos y empiezo a contar... 

1, 2, 3, 4, 5... las abuelas decían que había que cepillar el cabello 100 veces y hace muchísimo que no lo hacía, quizá no lo había hecho nunca yo, porque cuando era pequeña y mi abuela me peinaba, ella lo hacía. A mí me ganó la prisa, la vida, el ajetreo, el corre para acá, el ahora tienes que hacer esto... me olvide de contar...

12, 13, 14, 15, 16... Miro sus manos sujetándome la cola de caballo, cepillando una y otra vez, poniéndome limón para que no se me salgan los pelillos nuevos, yo sentada escuchándola... "la punta el pie, la rodilla, la pantorrilla y el peroné, te juro Juana que tengo ganas de verte la punta el pie..."

23, 24, 25, 26, 27... Suspiro, recuerdo ese momento por la mañana en el que desperté con tu llamada mientras peinaba a mi hermanita, la cepillaba una y otra vez, ella con los ojos entrecerrados sólo quería seguir durmiendo y al fondo sólo escuchaba las olas del mar... 

34, 35, 36, 37, 38... Mi abuelita dormía, ella que siempre estaba del tango al tango comenzaba a irse poco a poquito, ya no podía caminar, se veía más flaquita y se estaba desapareciendo también su alegría, en algún momento dejó de sonreír y sólo se volteaba al otro lado de la cama... Ese día me bajó por primera vez y no sabía si decirle, si contarle, no sabía si ella me guiaría en ese momento. Cuando salí del baño, un tanto en pánico y otro tanto sin saber qué hacer sólo vi su cuerpo recostado. Le conté a Paty, la chica que nos ayudaba, ella me dio una toalla... 

45, 46, 47, 48, 49... Recuerdo tus labios sobre mis labios, una sensación nueva, algo que nunca antes había sentido, fue algo tan suave, tan sutil...éramos dos niños queriendo jugar a ser jóvenes, queriendo interpretar los papeles de los que nos habían hablado alguna vez, una obra de teatro por la que nos apasionábamos desde el fondo de nuestro ser... 

56, 57, 58, 59, 60... Lo primero que me pude comprar con mi salario fue una cámara de video, la saqué a meses, con ella empecé a sacar fotografías de mí misma, muy boudoir, explorando esa breve línea del erotismo, después conocí la literatura de Alberto Ruy y el erotismo me comió los ojos, la mente, las ansias, las entrañas... Y eso buscaba grabar también con mi cámara, las entrañas de quienes éramos, de mi familia, de la vida, los peluqueros, mi abuelo... Los recuerdos aún existen... 

67, 68, 69, 70, 71... A veces me sentaba en algunos lugares sólo a mirar, sólo a observar y a imaginar las historias que había en la mente de quienes pasaban por ahí, trataba de adivinar según sus rostros las emociones y pensamientos que los construían, que los consumían... Observar y registrar sigue siendo un vaivén muy fresco en mi vida...

78, 79, 90, 91, 92... Mis manos acariciaban tu alma, era un masaje a tu cuerpo, pero en realidad era mi forma de re acomodar toda la energía contenida en ti, mi manera de sanar tus lesiones, tus bloqueos, mi manera de darte amor y ternura, ternura... esa palabra que no existía como parte de mí pero un día la dibujaste en el aire y me la comí, ahora la llevo por toda la sangre...

89, 90, 91, 92, 93... Ese día, cuando miré esperándome al final del camino, se me salían las lágrimas, me mirabas mientras avanzaba hacia ti junto con mis padres y de pronto todo se detuvo, el tiempo, el aire, el instante, nos miramos y las lágrimas se salían solas, nuestros padres decían algo, nosotros asentíamos con la cabeza, el cuerpo oía pero nuestras almas se abrazaban tan fuerte como si pudieran trascender todas las dimensiones, como si al fin se hubieran encontrado después de muchísimo andar... Por dentro el corazón explotaba de alegría. Esa sensación tengo cada mañana que amanezco junto a ti. Mi corazón estalla una y otra vez con tu abrazo. 

100... Estoy de pie con los ojos cerrados, los brazos estirados, en medio de la selva, rodeada por palmeras enormes, de un lado el mar, del otro la montaña... Respiro y mis oídos están atentos a lo que hay alrededor, a lo lejos el kikiriki, a lo cerca alcanzo a escuchar a la vaca comer, arriba las chicharras hacen el amor y resuenan fuertemente, un pequeño riachuelo se atraviesa en los sonidos y al volver a respirar el viento me acaricia, me abraza, me besa, mi cabello vuela hacia atrás, mi falda se levanta y la alegría se da gusto, y así siento como si toda mi vida me hubiera estado conduciendo a este preciso momento... 

Las abuelas decían que había que cepillarse el cabello 100 veces, quizá porque al hacerlo recordamos la vida misma, quizá porque así recordamos las lecciones que tuvimos o los momentos que nos marcaron, quizá porque al recordar podemos repasar las lecciones que no recibimos o no quisimos recibir. Tal vez sólo responde a que eso incentiva el crecimiento del cabello o tal vez porque así masajeamos el cuero cabelludo. No importa por qué lo decían, importa porqué volvemos a hacerlo, qué crea en nosotros, qué experiencia vivimos cada vez que de manera consciente nos cepillamos el cabello 100 veces. 



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