lunes, septiembre 24, 2007

Marcel Marceau dejó su última máscara; murió a los 84 años

Marcel Marceau dejó su última máscara; murió a los 84 años

Pablo Espinosa/ La Jornada

Sus manos como flamas desvendaron las heridas con una sonrisa blanca, acariciaron una flor que tiembla, hicieron aparecer objetos apretando un botón blanco en medio de las tinieblas sin voz y sin sombra y el latido de sus manos encendidas convirtieron el tiempo en una caricia que magulla. Al fabricante de máscaras se le quedó atorada en el rostro la sonrisa de la alegría y murió.
Marcel Marceau, uno de los más grandes artistas en toda la historia de la humanidad, falleció el sábado en París, a los 84 años de edad. Sus familiares informaron del deceso hasta ayer, domingo, sin ofrecer detalles.
Nació como Marcel Mangel el 22 de marzo de 1923 en Estrasburgo. Su padre, judío de oficio carnicero, fue capturado por la Gestapo durante la ocupación nazi de Francia y ejecutado en Auschwitz.
A los 17 años de edad, Marcel Mangel logró escapar junto a su madre y su hermano a la ciudad de Lille, en el norte de Francia. En la resistencia francesa se apropió del apellido Marceau, que tomó de un general de las guerras revolucionarias y luego se incorporó al ejército. Fue enlace entre las tropas francesas y las fuerzas al mando del célebre general estadunidense George Patton.
Esas experiencias bélicas marcaron su trabajo de humanista. En 1947, por ejemplo, creó su personaje emblemático, Monsieur Bip, nombre derivado de aquel protagonista de la novela Grandes esperanzas, de Charles Dickens. Un descendiente de Pierrot, pero con conciencia social.
Tesoro viviente
Fue considerado como el mimo mayor de todo el siglo XX, pero en realidad su trabajo rebasa el territorio de la pantomima, oficio que aprendió de Etienne Decroux, en 1944.
Marceau soñó y trocó el sueño del antiguo teatro japonés kabuki, de la milenaria danza de la India, el katakhali, de la commedia dell’arte italiana. Soñó el sueño del cuerpo y sus pasos sonaron en otra calle donde alguien lo deletreó.
En 1993 fue declarado “miembro inmortal” de la Académie des Meaux-Arts en París. Japón, a su vez, lo declaró “tesoro nacional viviente”. En 2001 se convirtió en embajador para la tercera edad de la ONU.
Marcel Marceau mantuvo una relación directa con México, donde se presentó innúmeras veces. Hace 15 años, por ejemplo, el 25 de agosto de 1992, llenó de sueños el Teatro de la Ciudad, donde las jóvenes tinieblas tendieron venas como luces temblorosas bajo las cortinas de los párpados inquietos y una música de metales del barroco dibujó los contornos de un arlequín ensimismado, un heraldo que anunció los títulos de las muchas historias de los sueños como una serie de preludios.
Abrió allí el artista las persianas invisibles de la boca de la escena y entró la luz de las constelaciones y sus manos descoyuntaron sus ataduras, besaron los labios de la lluvia, hicieron nacer el corazón de su mano que volaba y construyó con él el universo entero. Con sus manos y el prodigio de su cuerpo, ese señor de cara blanca y pies desnudos edificó el cosmos en fracciones de segundo y lo pobló con sus hombres y sus sentimientos y sus plantas y sus animalitos.
Manos góticas
Así era en escena Marcel Marceau: otro flop del sueño y ahora estamos en un tribunal y las manos góticas de Marcel ponen en materia la verborrea de un fiscal, eleva el decibel, el estruendoso clamor de los silencios y tiene dentro del sueño otro sueño: es Pygmalion y junta arabescos y cristaliza la expresión de la vida con su alimento: la muerte, y vuelve a la ternura y la inocencia porque Bip sueña que es un artista de circo y luego viaja por el mar, que siempre recomienza, con el aroma de su rosa roja y luego sueña que es Don Juan y luego es David que vence a Goliath y ahora es un fabricante de máscaras y cambia en milésimas de segunda de la carcajada al llanto, del llanto a la carcajada y de pronto se le atora la máscara de la risa y se la intenta zafar, se la intenta sacar, se la intenta quitar y cuando lo logra, muere.
Hay silencio, fulgor.

Sus manos, semafóricas, abrigaron el aplauso entrechocando corazones. Voló, soñó, llegó al punto estático/dinámico de las manos suspendidas ilusoriamente en: un cristal, una flor, un árbol y de sus manos a lo alto se desgrana un caudal de agua brillante de diamantes, un ala verde esmeralda de colibrí, otra ala, muchas alas. Vuela.
Esplenden en algún lugar del tiempo sus pantomimas de estilo, las secuencias del cinematógrafo de su cuerpo: una jaula de cristal donde sucede la creación del mundo (primero fue el mimo, luego el huevo y por último la carcajada), un sable de samurai. Caminó, rio, se abrazó a sí mismo, volvió a reír y se arrancó la máscara final.
De entre sus muchas obras maestras, cintilan en el tiempo algunas de ellas en la memoria: La creación del mundo, que dura lo que dura el Adagio del Concierto 21 de Mozart; Adolescencia, madurez, vejez y muerte, que sólo dura tres minutos, porque así es la vida, breve. Y El fabricante de máscaras, su gran final: luego de cambiar en menos de un parpadeo de la máscara de la felicidad a la del llanto, finalmente se le quedó atorada la sonrisa. Al despegarla de su rostro falleció.


No tengo edad porque soy un marinero de los aires, dijo el genio de la mímica
Como llegué a la perfección tengo que seguir buscando nuevas secuencias, afirmó

Pablo Espinosa/La Jornada

Desde que en México debutó en el Palacio de Bellas Artes en 1957, Marcel Marceau visitó el país continuamente. Ofreció muchas conferencias pero concedió pocas entrevistas. El 25 de agosto de 1992, La Jornada logró una exclusiva con el artista francés, luego de un encuentro fortuito fuera de su camerino en el Teatro de la Ciudad, y de la cual reproducimos algunos pasajes:

–Señor Marceau, a sus 69 años de edad, ¿ha alcanzado usted la perfección?

–Sí, en algunas de mis obras he logrado lo perfecto. Por ejemplo, en La creación del mundo, o en La jaula, en El fabricante de máscaras. Y precisamente porque he llegado a la perfección sigo buscando y creando nuevas secuencias.

–¿Qué significa avanzar, evolucionar vitalmente?

–Todos los días uno retrocede para avanzar. El artista, a través de su búsqueda, no avanza siempre, a veces retrocede, a veces avanza. Tal es el combate de la vida. Yo soy un marinero de los aires. He ido a todas partes del mundo como un artista y la obligación de un artista es aspirar a la perfección. Como marinero de los aires, entonces, no tengo edad. Digamos que no tengo 69, tengo 100. Porque avanzo por los aires.

–Como dice Saint-John Perse: hay que recular para mejor avanzar (Il faut reculée por mieus sauter).

–Eso es. Retroceder para saltar mejor es medir la propia mirada, calcular las propias posibilidades y cuando un artista hace eso, tiene el camino abierto para ir más allá de sí mismo.

–¿Qué pensamientos le merece la edad?

–La edad depende mucho de la conservación física, de la herencia corporal, valerosa o desgraciada, pero justa. Es algo que emerge y cuando se tiene una buena herencia corporal, el oficio se convierte entonces en una actitud mental y física y en un arte de la conservación. Mi buen maestro Etienne Decroux me dijo en 1944, cuando yo era un desconocido: “Ah, Marcel Marceau, el arte de la pantomima lo conservará a usted en la juventud eterna”. Y ya ve usted, cuando estoy en escena yo me siento siempre joven, tan joven como siempre, simplemente con la edad que otorga un gran conocimiento de la vida y sus misterios.

–¿El transcurso de la edad condiciona su trabajo de alguna forma?

–Claro, llega un momento de la vida en que la edad es exactamente nuestra edad. Pero así es la vida. Es la condición humana. Todos somos mortales, pero como dice Molière: al mismo tiempo intento ser inmortal.

Autoridades francesas rinden tributo al mimo que cautivó al mundo con ternura

Carlos Paul, Dpa, Reuters y Afp

El mimo francés también intervino en el cine, en el que alternó con figuras como Jane Fonda, en la cinta Barbarella, abajo. Michael Jackson confesó que su paso de baile conocido como moonwalker lo creó luego de ver la pantomima Caminando contra el viento, de Marceau. El cantante alternó con Bip en el teatro Beacon, de Nueva York, en 1995 Foto: Ap
París, 23 de septiembre. “El arte de la pantomima es fuente de la juventud eterna”, le diría en cierta ocasión al joven de 20 años Marcel Marceau, su maestro Etienne Decroux.
Más de 60 años después, Marceau parecía no tener edad sobre el escenario cuando interpretaba a su entrañable y melancólico personaje Monsieur Bip, que lo llevó por décadas alrededor del mundo, cautivando a decenas de generaciones.
Marcel Marceau, uno de los artífices del arte de conmover sin palabras, falleció este sábado en París, a los 84 años, informaron sus familiares.
“Marceau siempre será el personaje de Bip. Sus estudiantes y el mundo del espectáculo lo extrañarán”, comentó el primer ministro francés François Fillon, tras confirmar el fallecimiento del artista.
Con su muerte “Francia pierde a uno de sus más eminentes embajadores”, declaró por su parte el presidente galo, Nicolas Sarkozy, mientras que la ministra de Cultura, Christine Albanel, rindió homenaje al mimo, quien “con poesía y ternura” cautivó a la audiencia en escenarios del mundo entero.
“Entra en nuestras casas con paso de ladrón y con el terrible descaro del claro de luna”, solía decir el artista francés Jean Cocteau de Bip.
La experiencia que obtuvo de su participación en la Segunda Guerra Mundial tuvo gran influencia sobre su trabajo, que ponía énfasis en el autocontrol físico y el silencio.
“La gente que volvía de los campos de concentración no podía hablar, no sabía cómo contar. Tal vez eso haya influido inconscientemente en mi elección del silencio”, confió Marceau en una entrevista al diario francés Le Monde, en 1997.
En 1946 comenzó a estudiar interpretación, admirando el trabajo de los grandes protagonistas del cine mudo, como Charles Chaplin y Buster Keaton, además de los gestos estilizados de la Opera China y el teatro Noh, de Japón.
En 1947 fue cuando creó a Monsieur Bip. Su participación en la película Les Enfants du Paradis, de Marcel Carne, en la que interpretaba a Arlequín, lo daría a conocer como mimo.
Marceau llamaba “mimodramas” a sus actos poéticos, en los que Bip podría expresar, sin una sola palabra, el amor y la felicidad, la dicha y la tristeza, o la vejez y la muerte.
“Las palabras no son necesarias para expresar lo que sentimos”, creía con firmeza.
De acuerdo con Marceau, en el mimo los gestos expresan la esencia de la aspiración más secreta del alma. “Para representar el viento, uno se convierte en tempestad. Para hacer un pez, te lanzas al mar. El mimo, como la música, no conoce fronteras ni nacionalidades”, dijo en una ocasión. “Si la risa y las lágrimas son las características de la humanidad, todas las culturas están impregnadas de nuestra disciplina.
“Yo cuento las cosas más simples del mundo. Devuelvo a los espectadores un héroe –Bip– con el que cualquiera se puede identificar. ¡C’est tout! (¡Es todo!).”
Su estilo y poética influyeron en creadores y artistas tan diferentes como el dramaturgo Samuel Beckett, el bailarín ruso Rudolf Nureyev, o el ex rey del pop Michael Jackson, quien admitió haberse inspirado en la pantomima Caminando contra el viento, para su famoso paso de baile moonwalker.
Entre las decenas de películas en las que participó, sólo en una ocasión apareció hablando. En Silent Movie (1976), de Mel Brooks, donde tenía la única línea hablada de la película. Todo lo que dijo fue: “No”.
Fuera del escenario, sin traje ni maquillaje, Marceau era un hombre delgado y ágil.
Se hizo merecedor de una gran cantidad de premios, incluyendo el Deburau (1948), además de dos premios Emmy por sus programas de televisión.

Debería haber una quinta edad

En su momento, comentaría a La Jornada. “A todos les va a tocar algún día llegar a la tercera edad, pero debería de haber una cuarta y una quinta. El hombre debería de vivir 150 años, si supiera de verdad cómo hay que vivir. Acepté esa designación (ser embajador de la ONU de la tercera edad) por respeto a nuestros padres, a la educación que nos dieron, por respeto al pasado en la ciencia, en el teatro y también para mostrar que hay una esperanza. Acepté ese puesto en la ONU para mostrar que la tercera edad es una edad viva”.
A partir de 2002 iniciaría una gira de despedida por América Latina, que lo llevó a Cuba, Colombia, Chile, Brasil y México, entre otros países.
“El carácter de Bip y de la pantomima ha cambiado a lo largo de los años” comentaría a La Jornada, en su paso por México. “Cuando creé mi personaje, dos años después de la Segunda Guerra Mundial, pensaba realmente que habría paz mundial y que sería el último conflicto bélico. Lo que captaba Bip en ese entonces eran mariposas, jugaba a David y Goliat, sin embargo, cuando volvieron a empezar las guerras: Vietnam, Argelia y las que le siguieron, mi arte no tenía más que evolucionar y se hizo más hondo y profundo, más entrañable, con lo que se hace evidente que no he creado pantomimas cómicas o sólo para divertir.”
Marcel Marceau será enterrado en el cementerio parisino de Père Lachaise, donde descansan los restos de otras personalidades artísticas como la actriz Sarah Bernhardt, el escritor Oscar Wilde y el cantante Jim Morrison.

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