martes, diciembre 02, 2008

Alguien me dijo que yo hablaba de la libertad como si fuera algo escaso. Para mí lo ha sido, toda mi vida, antes de entrar a la Universidad no había un momento en el que fuera libre, salvo las escapadas a Torres Lindavista en la Prepa cuando salía de clases. Fui libre de decidir dónde quería estudiar, pero no cómo regresarme a casa , fui libre de tener un novio pero no de pasar tiempo libre con él, fui libre de pensar pero no de actuar.
Sólo una vez me había atrevido a salir de la ciudad sola, llegue con la familia, me consintieron. Me gustaba ser tan dependiente aún, me convenía también.
Ahora, después de haber viajado sola, aunque haya encontrado compañía, entiendo aquello que alguna vez me dijera Alberto Ruy Sànchez en una entrevista, cuando uno no tiene nada y abre las manos y se descubre sin nada se da cuenta de que el mundo es suyo.
Así pasa, entonces abres los ojos y te das cuenta de que estás en medio de la nada con la libertad de ser lo que quieras, tener lo que quieras, trabajar si lo deseas y crecer hasta donde lo decidas.
Entonces es cuando viene el verdadero sentido de la libertad, el que conlleva la responsabilidad, el que despierta la necesidad de sobrevivir y de vivir bien, el que nos lleva a pensar y repensar lo que hacemos, de buscar en adelante cometer los menos errores posibles.
Ahì, entre la nada, miras al cielo lleno de estrellas, lo tocas con las manos, dibujas figuras con los dedos y después suspiras ya dormido; sientes la arena como si se fuera a acabar, con cada poro, con sutileza, con magia.
Hay lugares en el mundo que tienen magia, lejanos, ocultos, aislados, pero llenos de magia, esa magia que te hace entender también lo bello de la soledad, del silencio.
Cierras los ojos y escuchas, es el mar, sólo el mar y sientes el ligero viento y la luz es el elemento testigo de ese ritual extraño y desconocido al que muchos le llaman descansar, al que yo llamo desconectarse pero incluye la búsqueda de uno mismo.
Ahí me reencontré con todas las Karlas que ha habido en mi vida, la novia resignada, la hermana estúpida, la hija obediente y ejemplo, la amante tolerante, la compañera lépera, la niña inocente, la adolescente ilusionada y por supuesto, la profesionista que sigue aprendiendo.
Ahí las pensé y las fui depurando, cerré los ojos en medio de la laguna para sentir el viento y recordé que nunca, con ninguna de ellas me había sentido libre como en ese momento, como en todo ese viaje, como en esta primera vez.
Esta es la Karla que conozco ahora, la que puede tomar sus cosas y marcharse sola, tranquilamente, a cualquier lugar, la que acepta sus errores, la que toma decisiones, la que mira atrás para ver que no tope con los mismos obstáculos adelante, la que hoy pude respirar tranquilamente en medio de la ciudad y ttener l mente y el alma en Chacahua. Próxima parada el desierto.
Ninguna es la misma, ninguna sabe qué pasó con ella, sólo sabes lertarse con las experiencias vividas y pensr en que lo mejor está por venir,

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