domingo, septiembre 06, 2009

Hada...

Hada se miró en el agua como quien trata de ver un pez en el fondo de la laguna. Con sus manos tocó su cara y su pelo, recorrió su rostro empezando por la frente y desviando las manos a cada lado, rodeó sus ojos y su nariz, llegó a su boca y la rodeó con un dedo mientras cerraba los ojos.
Cualquiera que la hubiera visto habría pensado que en su mente estaba el recuerdo de un hombre al que añoraba, pero la realidad era muy diferente. Hada tocaba su boca para limpiar las heridas que Luis le había provocado cuando le dio una bofetada y otra y otra.
Hacía mucho que Hada había dejado de verse frente al espejo, con los años había aprendido a verlo a él, a procurarlo, hacerle el desayuno, la comida y la cena, lavar su ropa, tender su cama, tener planchados sus trajes y bien limpia su recamara.
Hada tenía sólo 12 años cuando él llegó a su vida, al principio supo que sería difícil pero nunca creyó que aquello se convertiría en un infierno. No había terminado la secundaria cuando conoció a José, quien le pidió la prueba de amor y le enseñó a consumir mariguana, cocaína, anfetaminas, incluso heroína.
Ella aprendió rápidamente y se le volvió una costumbre estar bajo el influjo de alguna droga. Un día José la convenció para que se quedara con él toda la noche y mientras ella dormía llamó a sus padres, les dijo con voz distorsionada que estaba secuestrada y que para volverla a ver con vida y completa debían pagar 500 mil pesos, les dio cita para el siguiente día y volvió a la cama con Hada.
Cuando ella despertó eran apenas las 8, la cita la había hecho para las 12, debía mantenerla a su lado más tiempo y enviar a alguien más a recoger el dinero. Todo salió bien, cuando Hada llegó a su casa sus padres la abrazaron como si hubiera nacido de nuevo y ella no dijo nada aunque tampoco entendía. Años después José se lo confesaría.
Cuando supo que estaba embarazada se fue de su casa, trató de vivir con José pero pensó en que era casi imposible que el niño naciera porque José la golpeaba continuamente.
Buscó un albergue para mujeres embarazadas y aprendió a hacer manualidades, se desintoxicó y después de tener a su bebé buscó trabajo y un lugar para vivir. Los primeros años de su vida fueron maravillosos, el niño era tan independiente, compartido, cariñoso, la tomaba de la cara, la miraba de frente y le besaba todo el rostro.
Ahí era cuando Hada decía que valía la pena haber tenido a su hijo, porque en algún momento de su vida pasó por su mente no tenerlo. Ella era feliz, ya se los había llevado a los abuelos y quedaron encantados.
Vivía sola, no había hombre en la casa que no fuera el bebé, su voluntad era ley. Fue hasta que Luis cumplió los 10 años cuando su padre, José, encontró a Hada en la calle después de llevarlo al Colegio. Supo entonces que era su hijo, que ella se lo había quitado y que tenía que pagarlo.
Ese día por la tarde José fue a recoger al niño. Le contó que era su padre y le explicó que su madre había querido separarlos, que nunca lo dejó verlo y que ella buscaba hacerle daño, epro que él no lo permitiría. Platicaron largo y tendido y ello bastó para que Luis dejara de creer en su madre.
Con su papá comenzó a hacer negocios desde entonces, José le daba paquetitos de churros y Luis los vendía en la escuela, era lo que más le pedían. Algunos de sus compañeros, los que ya la habían probado, le pedían coca o algunas anfetas.
Luis llegaba cada semana con unas pastas distintas, un día la Donald, otro día la Bambi, al siguiente la Mazinger Z. él aprendió a hacer sus propias mezclas con su papá, quitaba componentes, ponía otros y hacía sus propios inventos. Pronto tuvo el reconocimiento de todos los chavales del barrio.
Desde aquella vez las cosas con Hada cambiaron. Él nunca le dijo que había visto a su padre, tampoco que hacía negocios con él, pero su actitud hacia ella cambió. Cualquier cosa que ella le decía él la refutaba a gritos. Al principio ella pensó que era la adolescencia, pero después pensó que seguramente serían las amistades con las que se juntaba. Él le prohibió entrar a su cuarto o lavarle su ropa si no le daba la indicación, pero la comida era obligatoria. Le pedía dinero por órdenes de José y por supuesto dejó de ver a los abuelos.
Un día ella le encontró unas pastillas y supo perfectamente lo que eran. Lo esperó por la noche y le preguntó de dónde las había sacado. El respondió a gritos que a ella no le interesaba y cuando Hada insistió este le profirió un par de cachetadas para que no hablase más.
Y ahí estaba Hada, viéndose en el agua de la pileta de la casa y tocándose los labios para quitarse la sangre. No sabía a ciencia cierta lo que pasaba con su hijo pero ya lo intuía, presentía que había sido José quien se lo había arrebatao de los brazos y que en poco tiempo Luis también se convertiría en un secuestrador y asesino, como su padre. No tenía como comprobarlo pero el amor de madre le hacía presentirlo.
Sabía que era su hijo, y que debía de amarlo, se dijo que no podía entregarlo a la policía y entonces Hada decidió irse. Desde entonces, hace 12 años, no sabe de él.
Un día se subió en un micro a asaltar, amenazó a todos y cuando la vio sólo acertó a decirles a sus compañeros que a ella no porque era su jefa. De ahí en fuera, Hada vivió siempre diciendo que su hijo había muerto y rezando cada noche a la Virgen del Cobre para que no le pasara nada.

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