viernes, mayo 29, 2020

La lección del Tagine

Una de las cosas más increíbles de Marruecos es su color ocre por todos lados. Cuando estábamos por aterrizar en Ouarzazate nos asomamos a la ventana y todas las construcciones eran color ocre, el color del desierto. Era visualmente un festín que remueve las fibras más profundas del corazón ¿por qué? porque somos nómadas. 

Antes de que la vida fuera "despierta, trabaja, duerme" teníamos una vida nómada. Nuestros ancestros caminaban y caminaban hasta que encontraban un lugar donde establecerse por un tiempo. Su techo era el cielo estrellado. Su luz era el fuego saltarín. Su música era el sonido del viento y el resonar de los camellos, los juegos de los niños y las charlas con los otros nomadeantes. 

En medio del desierto, donde nada crece, encontraron la forma de vivir, de alimentarse. La arena se calienta tanto que se vuelve un horno y se puede cocinar dentro de ella. Al pasar de los años se crearon países, fronteras y tuvieron que establecerse en un lugar, aunque no querían, aunque iba contra su naturaleza... 

Y para recordar la libertad del desierto crearon el Tagine, una estructura color ocre (o decorada) con una forma especial que parece las dunas del desierto, hecha de barro y con un plato en el que se sirven los manjares más exquisitos. 

Antes de nuestro viaje a Marruecos nunca había probado los platillos que en ella se cocinan. Ahora que estamos viviendo con André en un paraíso escondido en Bali, él tiene un Tagine en la cocina, así que decidimos probar, explorar a hacer un platillo estilo marroquí. 

Siempre me he sentido insegura en la cocina cuando se trata de cosas que no conozco o no mexicanas, la combinación de especias me da vértigo y que algo salga mal me hace llorar, rehace sentirme un fraude. Marvin es muy bueno haciendo eso, combinando, probando, aunque algo le salga mal siempre sabe cómo componerlo. Pero ayer no quiso hacer el tagine. No tenía ganas de explorar y tenía mucho trabajo. Así que me aventuré yo. 

Nunca lo había hecho, así que miré una receta en YouTube. Me sentía nerviosa, pero no me gusta preguntar, así que simplemente seguí las instrucciones de la chica en el video y de pronto noté que se me empezaba a quemar algo... Mi instinto me dijo "échale agua". Mi mente estaba tan preocupada por regarla que no entendía cómo funcionaba el mecanismo y pensaba que solita se generaría el agua con el vapor. 

Después me dije "muy bien, con agua está genial, que bueno que seguí mi instinto" pero aún me sentía temerosa, lo probé y pensé que no sabía mucho a las especias, me empecé a juzgar porque no sé combinarlas, me dije que siempre prefiero que las cosas queden sin sabor que hacerlas contrastar en una experiencia intensa, me empecé a preguntar mil y un cosas y después le escribí a Marvin como broma "Aiura, pide una pizza" ja 

Nada es una broma. Él llegó lo probo, me preguntó si le había puesto una cosa, le dije que no, y ahí mi mente se bloqueó. Me sentí como niña chiquita pensando que algo está mal con ella. Notó mi actitud, me preguntó si estaba enojada. Le dije que estaba sensible y que él era un juez muy duro. 

La realidad es que yo soy una juez muy dura conmigo misma, pero lo uso a él para decírmelo, para exigirme, para tomar sus palabras como algo que me haga experimentar la decepción. 

Después comimos tagine, no me encantó y no pude vivir esa experiencia de otra forma más que tensa , pensando que no estaba muy bueno, que había hecho poco, que se no se veía estético... Y hasta ahora que escribo esto me viene a la mente este recordatorio, el tagine tiene la forma de las dunas, las dunas en las que éramos libres de caminar, de explorar, de sentir, donde nuestro "trabajo" era vivir en armonía con nosotros mismos, con la tierra y con los otros. 

Deseo que cada vez que vuelva a cocinar recuerde ser libre de caminar, de explorar, de sentir... que cada vez que cocine recuerde la lección del tagine. 





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