miércoles, enero 02, 2008

Dos minutos...

Comienza el año. No han pasado ni 24 horas de que volví a la ciudad de México y ya me asaltaron. Por fortuna iba bien abrigada y eso impidió que se dieran cuenta de que traía el celular, pero se llevaron la réplica de mi anillo de graduación y algo de cambio que traía en la bolsa.
El micro iba dando vuelta por Deportivo Oceanía, la ruta de Chamizal x 172. Eran 4 chavos, ninguno de ellos llegaba a los 20 años y en cuanto se subieron al micro se sintió la vibra y la intención, se veía en sus manos y en sus ojos, llevaban navajas y cuchillos y gritaron los típicos insultos. Yo no los escuché pues traía los audífonos puestos, venía escuchando Quiero perderme contigo de José José. No traía nada más de valor que el celular y éste venía bien guardado. Alcance a escuchar que gritaban que no había tiempo y quitaban a diestra y siniestra todas las pertenencias de valor. Uno de ellos se acercó a mí y me dijo que le diera mi celular, que no me hiciera pendeja, le dije que no traía y metió su mano en la bolsa de mi chamarra donde sólo estaban mis llaves, se convenció de que no tenía nada más de valor. Tomaron todo, gritaron que todos con la cabeza abajo y justo donde termina la Voca 10 se bajaron. El chofer siguió manejando como si nada hubiera pasado durante los 2 minutos, a lo mucho, que duró el asalto. Dos minutos que son 120 segundos, tiempo en el cual se llevaron más de un salario mínimo que un obrero gana trabajando 8 horas diarias; tiempo en el que los corazones de los presentes latían entre 140 y 200 pulsaciones por minuto, pulso de un bebé de meses y un cachorro, respectivamente; tiempo en el que el 98 por ciento de las palabras que se escucharon fueron groserías, las demás preposiciones o enlaces; tiempo en el que por la mente de cada uno de los afectados pasaron las imagenes de las personas que aman, hijos, padres, novios, esposos, amantes, mascotas; tiempo que tarda un vagon del metro en trasladarse de una estación a otra; tiempo que dura la sonrisa de un niño que encuentra los regalos de los Reyes Magos; tiempo en el que lo único que acerté a pensar fue "pinche chofer cabrón" y procuré no hacer movimientos en falso.
Se bajaron y temblaban mis manos. Es mi tercer asalto, por fortuna en el segundo pasé desapercibida, pero esta vez no fue así.
Fueron sólo dos minutos, en dos minutos puedes dar tres besos apasionados o tres puñaladas, puedes ofrecer un minuto de silencio para dos personas fallecidas, En dos minutos hago 30 abdominales si quiero o me quedo pasmada ante un cuchillo que amenaza mi cuerpo y un puberto que respeta la vida de los demás. Y uno no sabe si finalmente sólo le quedan dos minutos de vida...

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