lunes, marzo 01, 2010

En la calle... contar historias

Linda iba caminando por la calle, con pantalón de mezclilla, una blusa holgada, zapatos con suela de goma (como de niña), miraba al suelo porque ahí se sentía, en el suelo, como una pequeña hormiguita que no sabe a dónde ir.
En su camino encontró a un chico que vio lo que había en sus ojos, sintió su tristeza y su ansiedad, la llevó a su casa, le dio jugo de uva de beber y platicó con ella. Había sido como una luz en medio de la oscura calle.
En realidad él la conocia, la había mirado hace tiempo, seguía sus pasos sin que ella se diera cuenta y sabía a la perfección cómo se sentía y lo que su cuerpo decía con cada signo de cansancio, con cada bostezo, con esas uñas frágiles y la boca seca.
"A ti te han dado a escoger, al estar en un barco, entre irte a la proa, en la cabina o a la popa. En la proa la gente ve cómo se parte el agua, ve lo que está pasando en el momento en que el barco avanza. Los que están en la popa ven todo lo que ya ocurrió, lo que ya pasó, ven lo que ha quedado atrás y reflexionan sobre ello. Quienes van en la cabina, van en medio de ambas cosas, tienen una visión al frente para ver lo que está pasando y pueden voltear atrás para ver lo que ya ocurrió. Tu lugar estáen la popa, pero te has empeñado en irte a la proa", le dijo.
Ella entendió y lo abrazó, no pudo evitar unas lágrimas y una mirada al horizonte.
Había estado tanto tiempo pidiendo a sus padres que la metieran a una universidad prestigiosa, que costara mucho, en donde pudiera conocer a chicos nice, con buena ropa, con casas grandes, con dinero...
Se cumplió su deseo y tras dos años de carrera sentía que ese mundo la asfixiaba, ella decía que estaba nadando contracorriente, que estaba en un lugar donde no embonaba y que eso la dejaba frustrada.
"Lo que en este momento te frustra es que tú eres una buena contadora de historias, pero en este momento no estás contando bien tu historia, no es lo que quieres que aparezca en tu historia", soltó él.
Ella quedó sorprendida, asombrada de que él, que sólo la había visto un par de veces, la conociera tan bien, que pudiera identificar en su mirada lo que sentía, en su energía lo que había en ella y en su sonrisa forzada la tristeza del desubicado.
Él la abrazó, le cerró los ojos y ella vio un mundo de colores, pasaron el naranja y el verde y después, cual una estrella fugaz, explotó el azul, un azul turqueza fuerte y penetrante, como el de Windows pero más intenso.
No supo cómo se quedó dormida, cuando despertó ya era tarde, salió de prisa y cuando quiso volver a er a quel chico no hubo dónde hallarlo. Se había ido, la había dejado sóla otra vez, ella con la única certeza de que donde estaba no era donde debía estar...

No hay comentarios.: