lunes, marzo 29, 2010

Loco...

Eugenia se quedó atónita frete a los mariachis cuando escuchó aquello que citaba "Loco, porque les digo que me quieres con el alma". Tenía la mente en blanco y simplemente se concentraba en escuchar y ver a su alrededor. Estaba en Garibaldi, era de noche y Martín le estaba cantando, de frente, mirándola.
Así escuchó una, otra, otra canción. Su mente sólo podía asimilar las canciones, no podía pensar en nada más aunque el mariachi insistiera en que Martín ya se merecía un beso. Los mariachis callaron, ella aplaudió y suspiró profundamente, él la abrazó y caminaron un buen rato. Después, en el momento que las cosas se dieron, se besaron en medio de guitarras y trompetas, de canciones de amor y desamor.
Cuando llegó a casa, ella tenía una sonrisa que no cabía en su cuarto, la tuvo que controlar para que pudiera entrar. Recordaba y pensaba que él era un chico que valía la pena, en primera porque era, como dice la canción, de esos amantes a la antigua, le había mandado flores un par de veces, habían ido a dar paseos insípidos que con él se habían vuelto magníficos y no, no era un hombre monumento, pero era un hombre que valía la pena hacerle un monumento...
Pasaron meses sin que ella accediera a salir con él, un día dijo vamos al cine y de ahí él no la soltó, se dedicó a conquistarla, a complacerla, a darle lo mejor de él. Ella´, al principio, no creía que él fuera el indicado, pero los detalles, la plática, sus sentimientos, tantas veces que charlaron y él le entregaba pedacitos de su alma la fueron convenciendo.
Hubo un momento en el que Eugenia creyó que él se estaba adelantando, que estaba llendo a prisa, como todos los demás. Después supo que no, que él llevaba un ritmo acompasado y perfectamente equilibrado.
Por eso cuando él le dijo Te amo ella no pensó en decir realmente todas aquellas cosas que había pensado y que a alguien más se lo habría dicho, eso de cómo puedes saberlo si llevamos una semana de salir, estas seguro de lo que dices, porqué lo dices. Ella simplemete lo beso y sintió ese amor, dejó que él le dijera con sus labios lo que su voz había expresado, sintió toda esa energía con sólo escuchar dos palabras y después dijo lo que sentía... Yo también te amo!
Aquello era maravilloso, no sólo era un caballero, era lindo, amable, inteligente, activo, músico, cantador, sonriente, complaciente, especial y además de todo... sabía bailar!!!
Él no lo sabía, no lo sabe, pero cada noche ella agradece a Dios el haberlo puesto en su camino, el que se hayan encontrado y el que por una salida al cine comenzara esa historia.
-Soy tan feliz en todos los aspectos de mi vida- decía ella- que quiero que tú seas feliz.
Así pasaron los días, los meses, los años y cada día se miraban el uno al otro, se reflejaban en sus ojos y sin siquiera pronunciar una palabra se decían cuánto se amaban....
Los llearon al manicomio, después de muchos años. Decían que los dos eran unos dementes, pero ni siquiera ahí dejaron de verse el uno al otro, ni el uno en el otro...

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