martes, febrero 19, 2008

Bailemos como fantasmas

El cuerpo tiene mucho de objeto, parte de contorsionista y todo de belleza. La danza logra explotar estas tres cualidades, el baile le añade pasión y el amor le agrega fantasías fantasmagóricas. Cómo puede un hombre resistirse a un cuerpo que moviéndose al ritmo de la música lo incita a seguirlo, a tocarlo, a compaginarse con él.
No depende del tipo de música, sino de cómo se baila, de la sensualidad que una mujer muestra en su baile, no son los pasos los que cuentan, tampoco la serie numérica que muchos repiten a la par de mover los pies y los brazos, cuenta el ritmo, el oído que cada uno pone para dejar que la música lo lleve, lo penetre, lo mueva, ser un títere de la música sin importar si había que levantar el pie derecho o la mano izquierda, sin importar si la vuelta salió al revés o fue un fiasco.
El cuerpo por sí mismo dice "VEN", se mueve como llama de fuego, baila, siente, vuelve a llamar y son pocos los que aceptan ese llamado con sus riesgos, con el riesgo de permanecer tanto tiempo en el fuego que éste podría consumirlos. Se convulsiona con los tambores y agarra calor, abraza el aire y rodea su cintura, mueve los pies como si la tierra le quemara y finalmente levanta el rostro con la intención de que el agua lo refresque.
Y se baila de pie y con los ojos, con los brazos, los hombros y la cadera, se baila con las piernas y con los pies, se baila con el sexo, se baila incluso con los oídos y la mandíbula, se baila sentado y se baila haciendo el amor, se baila en la calle cuando se encuentra a alguien con el mismo pensamiento del camino, se baila cuando los esfínteres ya no pueden contenerse, se baila con el coche, se baila de puntitas y también con las manos, bendito Dios que nos mandó el baile para extasiarnos de nuestra esencia mortal, de la belleza del cuerpo, de la sensualidad de una mujer que suda al bailar, del cansancio de dos almas que se reconocen en una pista de baile...

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