lunes, febrero 18, 2008

Viaje en el metrobus

Es tan fácil seducir a un niño... La mayoría de las mujeres sentimos ternura al ver a niños pequeños en cualquier lugar, eso incluye al metrobus. Sentado del lado del pasillo, en la última banca antes de llegar al espacio para minusválidos está un pequeño de no más de 6 años. Juega con su madre hincado en el asiento y mira en repetidas ocasiones hacia la ventana, señala, pregunta, mira.
Levanto mis cejas en señal de saludo y coqueteo inconsciente, él sonríe en complicidad y voltea hacia la ventana pero evita decir algo a su madre; vuelve a mirarme y vuelvo a levantar la ceja, sonríe de nuevo, esa sonrisa pícara que indica placer, gusto por algo que sucede y esconde su rostro tras el asiento dejando ver sólo parte de sus ojos.
Su madre no se percata de lo que ocurre, quizá vaya pensando en los pagos que debe hacer o en lo que falta por comprar para el lunch del día siguiente. Vuelvo a levantar las cejas y esta vez el niño ríe con mayor intensidad, mira a la calle y luego a su madre, pero la sonrisa no se borra de su rostro.
Siempre me he preguntado si este tipo de acciones marcan en algo nuestra vida, quizá no desde niños, quizá sí,quizá sea un simple hecho que nos llena de placer infantil, de emoción y adrenalina, un hecho que nos enseña desde niños esa coquetería innata que de vez en cuando exploramos.
A un lado una señora con rasgos indígenas masca chicle, no como cualquiera lo haría, lo masca con la boca abierta y de vez en vez se escucha cómo truena una bombita. Una, otra, otra, otra,otra y otra vez se escucha ese desagradable sonido que en algunos, como en mí, causan desesperación, ganas de golpear y enseñarle a esa persona un poco de modales. La miro de cuando en cuando tratando de insinuar con mis ojos lo incómodo que es que masque chicle con la boca abierta justo en mi oído, pero no lo entiende, así que pongo música y mientras escuchó a Pablo Milanés cantar Como si el destino miro la sonrisa de ese niño, hombre, que tiene en su esencia la coquetería, una sonrisa inocente y provocadora en un niño de 6 años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre he creido que arrancarle una sonrisa a un niño desconocido es la mejor forma para saber si uno es una buena persona aún... estoy convencido de que los niños tienen el poder de distinguir a un hijo de puta. Siempre que me topo con un niño trato de hacerlo reir, me da panico saber que una dia ya no podre hacerlo...

pd
no entendi tu ultimo mensajito "por eso los dejan bailar con las mas feas cuando salen de trabajar"