jueves, febrero 21, 2008

Fuego y aire...

En efecto, ella era como una llama ardiente que juega con el aire y baila para demostrarle su perfecta anatomía, se movía sigiendo un ritual de compañamiento para el eclipse lunar, dejó su figura cubierta únicamente por una ligera tela traslucida que motraba la perfección de sus senos y la precisión de sus piernas. Una mujer fuego, consumida por el fuego y dominada por él, una mujer que muestra que es fuego desde el rojizo de su cabello hasta la blancura de su piel contrastante con la llama no inmóvil de su deseo. Se bañó en pétalos de rosas rojas, y, recostada, dejó ver en almenos dos ocasiones su impresionante geografía deseante. Caminó como si cada uno de los que se cruzaban en su camino fueran la víctima perfecta, pero después de mirarlos, de rozarlos, regresaba a la bísqueda de él y no descansó hasta ver sus ojos llenos de agua salada, como el mar, lo tomó de la mano y lo hizo caminar. Lo llevó al escenario en medio de piruetas y rodeando su cuerpo con el roce de su piel y el perfecto amante, el qeu involuntairamente hizo un kamasutra, el que escribe sobre la lectura y escritura de los cuerpos quedó anonadado con la belleza del fuego, no acertó más que a no soltar su mano y con la otra rozar un poco de su piel, ella lo transportó a la inaccesible Mogador y se convirtió en el viento que recorre a sus visitantes, le mostró las aristas del deseo y le contó al oído historias de amantes, de amores, creó y recreó alrededor de Ruy un ambiente erótico ritualista, un ritual erótico de amantes, un amante y una ciudad mujer.
Todo lo demás, el trampolín, el tendedero de fetiches, los videos, la presentación formal, las danzas, todo fue maravilloso, pero ese momento, ese acto, ese instante marco el deseo, la ansiedad, la impaciencia de los sonámbulos presentes que no fueron expectadores sino participantes activos aunque más lejanos al afortunado de Ruy. Vaya desde aquí una felicitación y un beso bailarín para el autor de La Mano del Fuego.



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