lunes, noviembre 05, 2007

Mar y Arena

Esta es la historia de dos amantes, amados, amorosos, adormecidos y admirados, advertidos y adorados, abandonados y absueltos de todos sus pecados por ellos mismos. Se conocieron una noche de mucho Baileys y pocos rones, una noche de muchas estrellas y ningún estrellado, por fortuna; se conocieron la misma noche que hicieron el amor.
Mar no paraba de gritar "eres mía" y Arena no dejaba de sonreir silenciosamente, dándo a Mar toda la razón en lo que decía y todos los miraban sin acertar a decir palabra, boquiabiertos y con los ojos atónitos, todos vieron cómo hicieron el amor por primera vez, cómo se arañaban y se mordían, cómo se acariciaban apasionadamente como si hubieran contenido el deseo desde tiempo atrás.
Nadie lo creía, vieron sus bocas saboreándose, bebiéndose, sus manos acariciando apresuradamente sus cuerpos, el cabello de Arena cubriendo a Mar y el cuerpo de Mar arrasando con Arena, todos vieron cómo se movían sus caderas, como explotaban y seguían amándose, todos vieron y escucharon el ir y venir, lo degustaron, lo olieron, cerraban los ojos al dormir y lo imaginaban, lo desearon.
Y se hizo el día y lo compartieron juntos, como juntos habían compartido la hermosa noche anterior, Mar se separó unos instantes, pero cuando volvió no pudo evitar desear a Arena con tanta intensidad y poseerla con tanta fuerza que ambos evitaron hablar de las responsabilidades del otro durante el día y permanecieron juntos, hasta que llegó Sol y se apoderó del cuerpo de Arena y ella fue infiel a Mar toda la tarde, comenzó con un breve beso, siguió una caricia que caminó por toda su superficie, que dejó su huella y Mar, celoso, trataba de quitar a Sol el cuerpo de Arena, por eso humedecía su cuerpo poco a poco, y la besaba con más pasión cada vez, para que el agua de ella se mezclara con la suya.
Pasó la tarde y llegó la noche, con ella la paz. Entonces Mar comprendió que Arena era suya, que siempre estaría con él y que no podría separarse, que Sol la tendría día a día por unas horas, por minutos, pero finalmente se iría.
Él, Mar, la tendría por siempre y a todas horas, ella siempre estaría ligada a él, él sería quien le diera frescura cuando Sol la agobiara, quien le diera calor cuando la luna quisiera enfriar su cuerpo, él sería el único que estaría siempre ahí cuando todos se hubieran ido, y ella sería el único consuelo que tendría cuando la fuerza de las aguas lo hicieran rebelarse aún contra ella misma.
Entonces Mar comprendió que Arena realmente era suya y no porque no porque ella no tuviera otra alternativa porque cada día, todos los días y a todas horas ambos cantaban ritmicamente su amor, su placer, su gozo y la muestra la dejaba Mar en cada caricia que plasmaba en la piel de Arena, cada 100 caricias que recorrían su cuerpo detenían el canto y Mar dejaba en Arena una de sus estrellas y continuaban cantando.
Shhh... escucha lo que dice el caracol... es el canto de Mar y Arena...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre la foto.
Las estrellas reposan, placidamente. Mudas, descubren que hay un mejor lugar que el mar: el cielo de tus piernas divinas.

Karla Portugal dijo...

Agradezco el cumplido aunque no creo que sea un mejor lugar que el mar. Es, creo yo, un medio nuevo en el cual pueden explorar y en el cual a mí me encantaría que vivieran, aunque eso no es posible. ¿Te has preguntado cuántas veces las estrellas se nos tatúan en el cuerpo? Cada cuerpo guarda secretos, misterios, hay quienes son expertos en interpretarlo, yo creo que mi cuerpo guarda secretos tan grandes como el mar, por eso me atrevo a dar a sus estrellas un nuevo mundo que explorar. Gracias por leerme y por escribir